lunes, 30 de abril de 2012

Tecnologías y aprendizaje

Una nota de "El País" señala algo impresionante: el celular (o "móvil", como prefieren decir los españoles) tiene hoy más presencia que la electricidad y el agua potable en el mundo. El artículo pone énfasis en las transformaciones que esta penetración supone para el mundo de los negocios, pero es claro que rápidamente habrá que hacer la reflexión y estar listos para su abordaje en el mundo de la escuela y el aprendizaje.

Por de pronto, cabe ya afirmar como un hecho evidente que las redes sociales son un ambiente vital cotidiano para los estudiantes, mientras que la mayoría de los docentes miran perplejos o con recelo lo anterior. Es igualmente obvio que la mayoría de los profesores han incorporado poco estas tecnologías y, cuando lo han hecho, lo han asumido como recursos substitutos de los tradicionales (textos, pizarras, etc.). El cambio es de formato, más no del carácter: siguen siendo "recursos" o medios para utilizar. 

Quizá lo anterior deba ser analizado desde otra perspectiva: las tecnologías ya no son meros recursos; son ecosistemas o escenarios de realización para una experiencia vital. Suponen, por tanto, una re-socialización de quienes los habitan, si se quiere superar la condición de forastero en ese mundo. Como este quiebre cognitivo no se ha intencionado desde las políticas ni se producido espontáneamente, los docentes no han alterado sus prácticas ni creencias. Hoy y mañana, aprender y enseñar en la escuela será igual que antes...

El problema, como es evidente, no es solo de docentes. El problema es sistémico y se advierte sobre todo en las normativas que hacen imposible pensar en una escuela donde la virtualidad sea parte de los lugares de enseñanza y aprendizaje; se advierte en un curriculum y evaluaciones cuyo formato y alcance porfían más en juzgar y premiar más los conocimientos disciplinarios y menos las disposiciones o habilidades "blandas"; se advierte en una enseñanza que no (re)conoce los lenguajes no textuales de los nuevos medios; se advierte en docentes que fundan su autoridad en el saber acumulado, cada día más transitorio; se advierte en una escuela organizada de lunes a viernes, de 8 a 16 horas, con controles de asistencia para docentes y alumnos. En fin, se  nota en una institucionalidad que se ha quedado atrás.



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