Nuestra élite suele usar modelos del norte mundial para la redacción
de sus políticas públicas. Muchas veces las iniciativas de los países
desarrollados para sus propios problemas son imitadas en Chile. La
reflexión no es muy profunda, pues se pierde de vista la indagación
sobre Chile y se imponen problemas y soluciones que analíticamente
residen en otra cultura, con otra historia, y con otras valoraciones
sociales. Un ejemplo de esta forma de análisis es el caso del nuevo
problema que nos impone la élite en educación: la pre-escolaridad, una
“copia feliz” del énfasis que Obama le está dando a su nuevo periodo en
el mando de Estados Unidos. Y claro, es obvio ¿quién se puede negar a
expandir la cobertura preescolar?
Pero hay algo que si encuentra su vanguardia práctica en Chile, y que
fue copiado por países del norte, en particular Estados Unidos
(EE.UU.). Se trata de la estandarización educativa. En Chile esta
estandarización tuvo muy poca oposición, dada la desarticulación social
sangrienta de la dictadura. En Estados Unidos requirió un proceso mucho
más complejo de convencimiento social, que comenzó en la era de Ronald
Reagan y que progresivamente ha podido capturar voluntades en las dos
mayores expresiones políticas del país del norte: demócratas y
republicanos. Pero quizá ha llegado la hora de actuar sobre un mecanismo
tan instrumental al empresariado como lo es a la pérdida del derecho a
la educación pública: la estandarización y sus mediciones asociadas.
Simplificando un proceso histórico lleno de complejidades, uno podría
decir que la estandarización ha funcionado así en el país del norte:
Primero se crea una necesidad social, mediante la persuasión, de
crear mecanismos competitivos entre las escuelas. Ello se hace con
relatos sobre la crítica situación de la educación (pública) para la
competitividad económica, como lo hizo Reagan con su informe “Una Nación en Riesgo”
durante la década de los ochenta. Se han sucedido más iniciativas desde
entonces, buscando copar la agenda con la retórica de una reforma
permanente, dada por la necesidad, cuestionable, de aumentar el
rendimiento académico de los estudiantes y egresados de las escuelas
públicas en EE.UU.
¿Por qué estas lecciones e iniciativas de resistencia son importantes para Chile? Hay dos razones principales. La primera es la que ya he mencionado. La resistencia a la estandarización como ocurre en EE.UU. no ocurrió en Chile, la vanguardia neoliberal, solo gracias a que los civiles que implementaron la estandarización se resguardaron tras los fusiles de la dictadura, y los escudos policiales de la post-dictadura. La segunda razón es más apremiante.
Lo segundo es promover, mediante políticas de incentivo a la
investigación aplicada, la investigación educativa el marco de la
estandarización. La idea es mantener a los intelectuales enfocados en
preguntas sobre la prescripción de estándares de comportamiento visible y
de abstracción invisible (¿qué es lo que los estudiantes y egresados
deben saber hacer y saber cuándo experimentan el sistema educativo?).
Luego, las preguntas mutan a las usuales, ¿cómo medir el cumplimiento de
los estándares?, ¿cómo perfeccionar los modelos educativos para que
cumplan con los estándares?
Lo tercero es la penalización y la asignación de responsabilidades
sobre los estándares. Una vez que se han determinado los estándares, y
se han impuesto modelos sobre la medición de variables abstractas (como
el aprendizaje), y se han estudiado los núcleos educativos en base a
éstos, llega el momento de asignar culpas. El actor preferido para
culpar son las y los profesores. Los padres también son culpados (que no
dedican tiempo a la educación de sus hijos, que no consumen suficiente
cultura, etc.). Los niños también son culpados (porque son desordenados,
poco estudiosos, etc.). Y últimamente los culpables también son los
directivos escolares. Difícilmente los culpables son los estándares
mismos, o las “mediciones”.
Lo cuarto es la transformación de las culpas en sistemas de rendición
de cuentas. Las culpas a las familias y los niños se transforman en una
apertura a la elección de escuelas (charters) y a la selección
de estudiantes. Las culpas a profesores y directivos se transforman en
pagos por mérito y ataques frontales a las agrupaciones gremiales
docentes. Las culpas a las escuelas y sus comunidades se transforman en
disminución de financiamiento público para su funcionamiento, lo que
implica cierres de escuelas basados en su rendimiento en pruebas
estandarizadas. Y así se escala en sistemas de culpas. George Bush
escaló el modelo para hacer competir por financiamiento a las escuelas y
distritos escolares por financiamiento basado en resultados de pruebas
estandarizadas. Obama ha escalado el modelo para hacer competir por
financiamiento a los estados, los unos contra los otros.
Lo quinto es la creación del nicho para el corporativismo privado de
la industria educativa. En Estados Unidos se le conoce como charters, y en Chile las conocemos hace rato como escuelas subvencionadas. El subsidio portable, voucher,
es el estímulo que permite segmentar mercados, todo en base al modelo
de información que ha sido posible crear mediante la estandarización
educativa. La estandarización es entonces el mecanismo por el cual se
crea el “valor de uso” de la escolaridad, instrumental al mercado y a
quienes buscan competir en éste. Es un mecanismo pro-lucro.
Chile está a la vanguardia de la estandarización no necesariamente
por la creatividad del quienes impulsaron el modelo en el país, sino
porque la estandarización en Chile – made in Chicago Boys y quienes les
siguieron en la post-dictadura- tenían más facilidades para imponerla
por la fuerza militar mediante. En EE.UU. han debido impulsar y
construir un debate mucho más abierto y convincente, para lo cual usaron
la experiencia chilena con el SIMCE. Tan convincente fue el argumento
pro-estandarización que ambos partidos, demócratas y republicanos, le
dieron el vamos a la creación de escuelas con subsidios portables
durante los noventa. Así, los políticos norteamericanos transformaron el
modelo educativo público que llevó a EE.UU. a ser la potencia mundial
en una experiencia precaria y de lucha constante para todos quienes se
involucran en su proyecto: profesores, estudiantes, padres, educadores
de profesores.
Pero todo abuso empresarial sobre los derechos tiene una resistencia,
y la de EE.UU. está silenciada en los medios tradicionales en Chile. En
EE.UU., la resistencia a los estándares y su instrumento –la medición
estandarizada- ya tiene una expresión creciente, en particular por su
ataque a la profesión docente y a las condiciones educativas de la
mayoría. Quienes resisten notan el reduccionismo del currículo escolar,
las presiones ejercidas por las mediciones y su asociación a los pagos
de salarios, las presiones para la selección de estudiantes, y el estrés
de niños que van a la escuela sin estímulos para socializar
afectivamente, o disfrutarla. Además, las nuevas brechas raciales,
sociales y económicas que genera la privatización de las escuelas. Todo
esto suena a historia conocida en nuestras tierras, la vanguardia de la
estandarización.
Un ejemplo notable de resistencia es el desplegado por Diane Ravitch,
investigadora, historiadora y otrora defensora de los estándares en
EE.UU. Ravitch se dio cuenta del daño que las pruebas estandarizadas
están produciendo a comunidades escolares completas, y del daño que le
hacen a la profesión docente, a la integración social del país, y al
sistema público en general. Desde ese momento se ha lanzado a una
cruzada por todo EEUU, generando apoyos y distribuyendo la evidencia
sobre el tremendo perjuicio que la estandarización ha generado. A través
de su plataforma de trabajo, la red por la educación pública,
pretende sumar a más y más personas que están experimentando la
perversión de la estandarización educativa. Similares iniciativas en
organizaciones de base, como el caso de la coalición por la educación pública de Nueva York, comienzan a expresarse también.
Otro ejemplo, una acción más radical, es el realizado por los
profesores y familias de la escuela secundaria Garfield de Seattle,
Washington, quienes propusieron un boicot a una medición estandarizada del estado y se negaron a administrarlo a sus estudiantes. Este boicot ha generado un creciente movimiento de apoyo y solidaridad
de distintos actores a lo largo y ancho de los Estados Unidos, lo que
ha generado y reavivado una discusión más profunda sobre la recuperación
de la educación pública, el uso de las mediciones y su necesidad en el
sistema. Esta polémica ha alcanzado a la administración Obama,
particularmente a su Secretario de Estado, Arnie
Duncan, que ha debido enfrentar las críticas públicamente en la
reciente convención anual de la Asociación Americana de Investigación
Educacional, una de las reuniones internacionales más masivas de investigación educacional.
¿Por qué estas lecciones e iniciativas de resistencia son importantes para Chile?
Hay dos razones principales. La primera es la que ya he mencionado. La
resistencia a la estandarización como ocurre en EE.UU. no ocurrió en
Chile, la vanguardia neoliberal, solo gracias a que los civiles que
implementaron la estandarización se resguardaron tras los fusiles de la
dictadura, y los escudos policiales de la post-dictadura. La segunda
razón es más apremiante. El cierre político que observamos sobre la
discusión del modelo educacional se nutre de la discusión electoral. Los más astutos defensores del estatus quo ya
se dieron cuenta, y por eso se pasearon por EEUU y andan repartiendo
sus prioridades educacionales entre las candidaturas presidenciales,
instrumentalizando a una ciudadanía que pide más derechos y menos
mercancías. Resistir depende de la capacidad de organizarse tanto
dentro y fuera del marco que ofrece esta elección. La acción que
denuncie los efectos de la estandarización en Chile es una oportunidad
de resistencia concreta que ya tiene una experiencia internacional
relevante. No escucharemos de quienes copian las políticas y sus
énfasis desde el norte las iniciativas de resistencia a esas políticas.
Por eso es importante considerar los relatos ocultos por los medios. No
todo es color de rosa en el mundo “desarrollado”, mucho menos el relato
de los políticos sobre ese mundo.