sábado, 19 de septiembre de 2015

Diseño de políticas y reformas educativas: aprendizajes de 2 ministros

Fuente: http://www.memoriachilena.cl/
El ex Ministro Eyzaguirre, en una entrevista dada hace algunas semanas a El Mercurio (domingo 6 de septiembre), admitió que la actual agenda de reformas en educación era excesivamente ambiciosa y que "ni Superman puede diseñar técnica y políticamente bien una cantidad de reformas que son complejas y, al mismo tiempo, gestionar bien". 

En la misma entrevista, el ex Ministro dice que en el diseño de una política pública hay tres cosas o factores que considerar:
  1. que la reforma sea relevante y oportuna;
  2. que sea técnicamente bien hecha (y que minimice los efectos colaterales que van en sentido contrario de lo que se persigue);
  3. que cuente con apoyo político, lo que demanda estar muy atento a la dinámica política, pues muchas reformas tienen efectos en plazos mediatos, pero -en el campo político- los costos del cambio comienzan a pagarse de inmediato.
Luego explica que hacer varias reformas de manera simultánea, puede implicar un tropiezo con los factores 2 y 3 (o sea, reformas de diseño incompleto o erróneo y además que generan resistencia entre grupos de interés). 

Varios años antes (a inicios de este siglo), otro ex Ministro de Educación (José Pablo Arellano), exponiendo acerca de la reforma chilena de los '90 en un seminario académico en IIPE UNESCO Buenos Aires, dijo que las reformas -además de basarse en buenas ideas y en buenos diseños técnicos- requerían dar cuenta de las "2 R", a saber, contar con respaldo (adhesión a las transformaciones emprendidas) y con recursos (financiamiento), ambos requisitos indispensables para su sustentación y perdurabilidad.

En síntesis, considerando estas lecciones de dos ministros chilenos y otros aprendizajes provenientes de la literatura experta y de la propia experiencia, se puede postular que las reformas educacionales bien concebidas requieren ser:
  • Oportunas, tanto respecto del problema que abordan como del momento político en que son planteadas. Esto interpela o pone en juego la real capacidad política de los impulsores de una reforma para identificar las fuerzas en juego, definir una estrategia de negociación y luego construir las alianzas y consensos necesarios en la arena política;
  • Pertinentes y relevantes, lo que complementa la idea previa, a saber, una buena reforma debe dar respuesta a un problema o foco que le importa a la sociedad y, sobre todo, al grupo que pretende beneficiar.
  • Comprensibles para la población y no solo para quienes las promueven o respaldan. Esto exige un plan comunicacional, o sea, no solo una estrategia de información, sino un dispositivo de escucha y diálogo con los actores sociales clave.
  • Políticamente viables, lo que significa que cuenten con el respaldo en el espacio legislativo y de los grupos de interés o al menos de actores clave capaces de incidir en éstos;
  • Técnicamente correctas, esto es, estar fundadas en teoría, evidencia empírica o experiencia comparada que muestre cuáles son los elementos críticos del diseño y las palancas o "drivers" de la implementación;
  • Financieramente sustentables, no solo de los costos de inversiones para su instalación sino para su continuidad, lo que implica una muy fina proyección de gastos y de las fuentes de financiamiento de la reforma en régimen. 
  • Institucionalmente sostenibles, esto es, considerar los ajustes y consecuencias organizacionales que la reforma tendrá en las actuales estructuras y procesos;
  • Culturalmente sustentables. Esto es paradójico pues una reforma, casi por definición, es contracultural en la medida que implica modificar las prácticas, valores declarados y creencias arraigadas de los actores. Por ello es que la principal fuente de resistencia a las políticas está en los actores y la cultura que éstos habitan y defienden. En consecuencia, una buena reforma debe considerar y proveer elementos de empalme entre la cultura vigente y los valores y creencias subyacentes del cambio que se pretende. Esto es sumamente difícil pues los gobernantes y los políticos se resisten a comprender que la política no puede prescribir lo que les importa a las personas simplemente porque las buenas razones para una decisión colectiva (o sea, para la sociedad) rara vez coinciden con las buenas razones para una decisión individual (o sea, para una familia o para un grupo específico).
  • Coherentes con otras políticas en diseño y/o implementación en el mismo espacio o contexto de gestión. Las reformas a menudo solucionan un problema pero generan otros, especialmente cuando deben entrar en coordinación con otras iniciativas. Estos efectos adversos deben ser previstos o al menos estimados como parte de un plan de contingencia.



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