miércoles, 29 de agosto de 2012

Separar hombres y mujeres en la escuela

Fuente: http://tranquilohombre.blogspot.com
Parece curioso y extemporáneo, pero en España la discusión sobre las ayudas o financiamiento estatal a escuelas que acogen exclusivamente a mujeres u hombres está muy vigente pues el gobierno actual está por apoyarlas, mientras que los tribunales afirman que los aportes estatales son ilegales, pues está prohibido por ley subvencionar a centros escolares que discriminen. Y como seleccionar a los estudiantes por su sexo es excluir a unos y aceptar a otros, no queda sino concluir es estos centros discriminan. Y el Estado no puede avalar ni menos aun financiar discriminaciones. Pero el Ministro de Educación español defiende la opción de los centros en nombre de la libertad de enseñanza y de proyecto educativo y sugiere cambiar la ley para evitar estos conflictos entre poderes del Estado. Dice además que la educación separada por sexos no es discriminatoria pues no implica dar a unos una enseñanza de inferior calidad que a los otros; es decir, mientras haya equivalencia en la calidad, no hay discriminación.

Una larga nota de "El País" retrata bien el debate. Cito algunos fragmentos:

 "[...] lo que cuestiona el Supremo español no es la legalidad de esos centros, sino que reciban dinero público porque discriminan. Pero, aparte de que el ministro de Educación, José Ignacio Wert, planea cambiar la ley si hace falta para que estos centros sigan recibiendo subvenciones, la cuestión de fondo es que, si discriminan, deberían es estar prohibidos, señala Joaquín Chávarri, abogado del área de enseñanza de UGT.

Así, dándole la vuelta a la idea, los que critican las sentencias dicen que es incongruente decir que discriminan, pero son legales. O una cosa o la otra, y si es una opción legítima debe estar subvencionada, ha argumentado Wert. Lo mismo defiende el director general de Fomento de Centros de Enseñanza, patronal vinculada al Opus Dei a la que pertenecen la mayoría de los centros separados en España. Aludiendo además al texto de la Unesco, dice: “Ese tratado fue ratificado por España en los años noventa (...) Estos tratados tienen el mismo rango que la Constitución”.

A la Constitución se han agarrado los defensores de la escuela separada por sexos, entre ellos el PP. En concreto, al artículo en el que se establece que los padres tienen derecho a que sus hijos reciban “la formación religiosa y moral” deseada. También se agarraron a este derecho constitucional los defensores de la objeción a Educación para la Ciudadanía. Pero el Supremo, tanto en el caso de la segregación como en el de la polémica asignatura, ha rechazado que la libertad de elección se vea afectada."

 [...] "El modelo mixto se ha ido haciendo fuerte en España desde que se le abrió la puerta en la ley de 1970. Desde aquel momento, la educación diferenciada ha ido disminuyendo hasta convertirse en una opción minoritaria alojada en el ala más conservadora de la Iglesia católica. La mayoría de órdenes religiosas con presencia en la enseñanza apostaron hace años ya por la coeducación.

Un ejemplo es la Compañía de Jesús, que comenzó a admitir alumnas en sus colegios a finales de los setenta. Los Jesuitas tienen 69 centros repartidos por el país, todos concertados y todos mixtos. Fernando de la Puente, responsable de formación de docentes, dice “respetar” el modelo de enseñanza diferenciada, pero cree que la convivencia entre chicos y chicas en el aula “enriquece” la “formación integral” de las personas: “Es más enriquecedor para la formación humana y cristiana”.

El balance que hace de este cambio es positivo, aunque reconoce que existen dos velocidades de maduración. “Cuando tienen entre 9 y 13 años las alumnas maduran antes”, señala de la Puente. Pero insiste: “Estamos contentos”. “Además, conseguimos que las familias puedan tener a todos sus hijos en el mismo centro”, añade.

El letrado Joaquín Chávarri hace otra lectura de la adaptación de la enseñanza religiosa en España al modelo mixto: “Se trató de una mera cuestión de demanda. Como iban perdiendo alumnos, si no se hubieran convertido en mixtos, hubieran tenido que cerrar aulas”. Joan Curcó, de Fomento, cree, además, que muchos temieron que si no se adaptaban a la coeducación “podrían tener dificultades para mantener las subvenciones, que luego se convirtieron en conciertos”.

Curcó insiste en la defensa de la educación separada: “Es un modelo que funciona bien, los padres lo piden y está admitido en países con tradición democrática como Inglaterra o Estados Unidos”. Precisamente en este último país ha vivido un renacer en la última década al albur de teorías y estudios que aseguran que las diferencias cognitivas entre sexos hacen que aprendan más y mejor por separado si se tienen en cuenta esas disparidades. Por ejemplo, que las chicas son más precoces con el habla y la escritura, mientras que los chicos tienen más facilidad para el pensamiento lógico matemático y abstracto, ha explicado en numerosas ocasiones la profesora de la Carlos III, de Madrid, María Calvo Charro.

En EE UU hay más de 500 colegios públicos separados en 40 Estados; en los noventa eran menos de 10. En la mayoría de ellas niños y niños van al mismo colegio aunque estudien en clases separadas todas o buena parte de las asignaturas. En España hay algún ejemplo similar, como el colegio Monte Tabor, en Madrid. En este caso, al admitir tanto a chicos como chicas no está claro cómo les afectaría la doctrina del Supremo, aunque el abogado Joaquín Chávarri cree que están dentro del mismo saco: “Estamos hablando de la enseñanza reglada, no de que estén en el mismo edificio o cerca”.

Hace un año, todo el movimiento de la educación diferenciada sufrió un duro varapalo con la publicación en Science de un artículo que decía —como ya habían hecho otros trabajos de la OCDE, por ejemplo— que los estudios sobre las mejoras académicas de la educación separada no son sólidos, que las diferencias cerebrales entre sexos no justifican ese tipo de escuelas y que lo único que consiguen es aumentar el sexismo y alimentar los estereotipos. La seudociencia de la escolarización por sexos, se titula el trabajo.


La separación de estudiantes por sexo en la escuela es un resabio de aquella vieja cultura donde mujeres y hombres tenían roles y funciones claramente distintas. Remiten, por tanto, a una idea de sociedad que hoy parece superada y risible, donde unos iban al mundo de trabajo y tenían un deber de proveedores, mientras otras se preparaban para la maternidad, la crianza y las labores del hogar. Pero más allá de las caricaturas, para no pocos este ideal de organización social sigue siendo válido: mujeres y hombres tienen un lugar distinto en la sociedad y resulta legítimo que es Estado reconozca este derecho de algunas comunidades o grupos sociales.

¿Es un derecho social o cultural el que subyace en este reclamo?, ¿está en juego una desigualdad o una diferencia cuando se prohíben las escuelas separadas por sexo?, ¿cuáles debe cautelar y cuáles debe defender el Estado? Pareciera que el asunto va por acá: que el Estado no financie o sobvencione escuelas segregadas por sexo tiene su fundamento en que el Estado debe respetar derechos y diferencias culturales, mas eso no implica que deba financiarlas. El Estado debe garantizar el respeto a las diferencias culturales, pero también debe asegurar que todos tengan acceso al ejercicio pleno de derechos sociales (como la educación obligatoria). Cuando ambas colisionan, el Estado debe optar por los derechos sociales, sobre todo cuando las diferencias culturales que unos defienden, significan en definitiva desigualdades sociales.

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