Fuente: http://www.comenius.usach.cl |
La Universidad de Harvard y el Instituto de Tecnología de Massachusetts
(MIT), las dos universidades más prestigiosas del mundo, han
sorprendido a la comunidad educativa con el lanzamiento de ofertas
gratuitas a través de la Red. Desde el próximo otoño, varios cursos —de
momento no hay titulaciones completas— estarán disponibles a través de
Internet. Una estrategia que algunos interpretan como un mero gancho
comercial para captar nuevos estudiantes, y que otros consideran como un
paso decisivo para ir adaptándose a nuevos modelos de negocio más
flexibles a través de la Red. La Universidad de Berkeley, en California, también se ha unido a este proyecto llamado EdX. Quienes completen los cursos y demuestren (bien con un examen o con
trabajos) que lo han aprovechado adecuadamente recibirán un certificado
de finalización del curso, que este año será gratis y en los próximos
costará un precio módico.
En el mismo medio, una columna de Santiago Iñíguez (de la IE University, antes Universidad SEK),sintetiza esta tendencia de formación profesional on line, proponiendo una categorización inicial de los oferentes en 3 grupos:
— Un segmento representado por fundaciones como la Khan Academy y
University of the People. Su financiación proviene fundamentalmente de
fundaciones y donaciones. La misión de las organizaciones de este
segmento es la educación universal y gratuita. Con el tiempo pueden
operar un efecto sustitución de la oferta educativa pública, por las
dificultades de financiación de los Gobiernos. No olvidemos que los
últimos años las grandes universidades públicas en Estados Unidos, Reino
Unido y España (y en el futuro otras europeas) han tenido que elevar el
precio de matrícula de forma importante.
— El segmento de los “grandes distribuidores de educación”,
ofreciendo calidad razonable a un precio asequible, obteniendo ingresos a
través de matrícula, quizás publicidad y productos relacionados. Aunque
algunos de los operadores ofrezcan sus cursos gratis ahora,
posiblemente se trate de una estrategia para ganar mercado, contenidos y
luego empezarán a fijar precio progresivamente. En este segmento
estarían todas las instituciones privadas financiadas por fondos
(Udacity, Udemy y Academic Earth) y también los grandes conglomerados
for-profit creados en la última década: Apollo, Laureate, DeVry, Capella
o EF Education First.
— El segmento diferenciado, en el que estarían las universidades de
la Yvy League que ofrecen programas abiertos o están explorando modelos
que integren pedagogía y tecnología. Aquí estarían Stanford o EdX
(iniciativa conjunta de Harvard y MIT, que todavía no tienen claro si
cobrar por certificados en cursos abiertos). En este segmento
diferenciado estarían también el IE Business School y UNC-Kenan Flagler,
con programas blended. La clave de la diferenciación de estas
iniciativas son la selección de alumnos, claustro de calidad —no
tutores—, el sistema de evaluación y seguimiento, así como una mayor
calidad de los programas.
Como se ve, de todo un poco. Mientras algunas intituciones han concebido esta posibilidad formativa como un nicho de negocios, otros parecen interesados en explorar las potencialidades pedagógicas de la formación vía Ínternet, medio que además tiene un efecto en la ampliación de las oportunidades de estudiar para quienes no pueden hacerlo de la forma tradicional.
En Chile, la formación profesional vía Internet encuentra oportunidades y obstáculos. En las primeras, claramente la baja regulación en la oferta de educación superior posibilita que universidades u otras instituciones ofrezcan cursos o formación profesional en esta modalidad. Por otra parte, dada la concentración geográfica de los centros de estudios y la extensión longitidunal del país, parece lógico que esta modalidad formativa sea pensada como una respuesta al alcance de muchos, especialmente en zonas periféricas o extremas del país.
Entre los obstáculos, el primero es normativo, pues la legislación no es clara respecto de esta modalidad. Se puede impartir prácticamente cualquier carrera profesional, pero en los hechos muchos sectores ocupacionales ven limitadas las opciones de formación vía Internet porque luego de egresados, los titulados encuentran dificultades para el reconocimiento de sus estudios. Esto remite al núcleo del segundo obstáculo: la resistencia o reticencia socio-cultural a esta forma de aprender y adquirir conocimiento conducente a un título. En Chile hay una evidente desconfianza respecto de la calidad de la formación a distancia; se la mira como de segunda mano, de menor valor. El tercer obstáculo es el financiamiento: casi no existen ayudas estatales para quienes opten por esta modalidad.
Hay razones para lo anterior. La universidad que más avanzó en la formación semi-presencial es precisamente una de las entidades más cuestionadas por su institucionalidad y sus prácticas de gestión cuya legalidad es discutida por muchos. Otras instituciones siguieron sus pasos y muestran importantes dificultades en sus procesos formativos. El resultado es una importante tasa de deserción y altos niveles de insatisfacción de los estudiantes. Entre los que persisten, sin embargo, se aprecia una adecuada empleabilidad.
El rezago en el marco regulatorio constituye un freno a la innovación y mejora de la calidad de la oferta actual en esta modalidad. No hay estándares que actúen como referentes para juzgar si una entidad y un programa es o no de calidad. Esto tiene dos efectos: 1) alienta a las instituciones a emprender iniciativas sin la adecuada reflexión y preparación; y 2) refuerza la desconfianza social sobre la formación vía Internet.
En Chile, la formación profesional vía Internet encuentra oportunidades y obstáculos. En las primeras, claramente la baja regulación en la oferta de educación superior posibilita que universidades u otras instituciones ofrezcan cursos o formación profesional en esta modalidad. Por otra parte, dada la concentración geográfica de los centros de estudios y la extensión longitidunal del país, parece lógico que esta modalidad formativa sea pensada como una respuesta al alcance de muchos, especialmente en zonas periféricas o extremas del país.
Entre los obstáculos, el primero es normativo, pues la legislación no es clara respecto de esta modalidad. Se puede impartir prácticamente cualquier carrera profesional, pero en los hechos muchos sectores ocupacionales ven limitadas las opciones de formación vía Internet porque luego de egresados, los titulados encuentran dificultades para el reconocimiento de sus estudios. Esto remite al núcleo del segundo obstáculo: la resistencia o reticencia socio-cultural a esta forma de aprender y adquirir conocimiento conducente a un título. En Chile hay una evidente desconfianza respecto de la calidad de la formación a distancia; se la mira como de segunda mano, de menor valor. El tercer obstáculo es el financiamiento: casi no existen ayudas estatales para quienes opten por esta modalidad.
Hay razones para lo anterior. La universidad que más avanzó en la formación semi-presencial es precisamente una de las entidades más cuestionadas por su institucionalidad y sus prácticas de gestión cuya legalidad es discutida por muchos. Otras instituciones siguieron sus pasos y muestran importantes dificultades en sus procesos formativos. El resultado es una importante tasa de deserción y altos niveles de insatisfacción de los estudiantes. Entre los que persisten, sin embargo, se aprecia una adecuada empleabilidad.
El rezago en el marco regulatorio constituye un freno a la innovación y mejora de la calidad de la oferta actual en esta modalidad. No hay estándares que actúen como referentes para juzgar si una entidad y un programa es o no de calidad. Esto tiene dos efectos: 1) alienta a las instituciones a emprender iniciativas sin la adecuada reflexión y preparación; y 2) refuerza la desconfianza social sobre la formación vía Internet.
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