martes, 5 de abril de 2011

Heterogeneidad y resultados escolares en Finlandia

Transcribo parte de una nota de El País sobre el caso finlandés, país donde la inmigración creciente a llevado a plantearse sobre sus efectos en los resultados escolares. Como dice la nota: no importa si es cierto o no que los inmigrantes (usualmente pobres) afecten o no el alto desempeño de Finlandia en pruebas internacionales; basta con que las familias comiencen a escoger escuelas según sus prejuicios y el sistema se desestabilizará.

Las escuelas finlandesas presentan la menor diferencia de resultados entre ellas de los 65 países y regiones que participan en PISA. Entre las razones del éxito se suele destacar la selección de los jóvenes más brillantes y motivados para estudiar la carrera de maestro de primaria: solo el 10% de los aspirantes consigue entrar. Hay que señalar que se trata de una población pequeña (5,4 millones de habitantes) y un alumnado económica y culturalmente muy homogéneo que apenas sobrepasa el medio millón en la enseñanza obligatoria (Madrid tiene algo menos de población y más alumnos).

Pero las cosas empiezan a cambiar. "Durante mucho tiempo, en Finlandia la gente pensaba muy parecido y hacía las mismas cosas. Y eso ya no es así", dice el director del centro CIMO para la promoción de la movilidad internacional, Pasi Sahlberg. Así, la globalización, el aumento de la inmigración y la crisis económica (aunque en Finlandia no es profunda) van a poner a prueba la educación más admirada, la que ha demostrado que es posible ser excelente y a la vez equitativo.

Los problemas empiezan a emerger en algunas ciudades, sobre todo, en el área metropolitana de Helsinki, donde reside alrededor del 25% de la población del país. Los padres de algunos barrios donde se está concentrando la inmigración intentan sacar a sus hijos de escuelas que pueden llegar a tener más de un 40% o un 50% de extranjeros. La mayor parte de los inmigrantes procede de Rusia y Estonia y, en menor medida, de Somalia y China.

Es un problema incipiente, pequeño en téminos generales (el alumnado inmigrante es aproximadamente el 4,3%; en 2005 era el 3%), pero a los profesionales les preocupa "que los padres empiecen a elegir escuela basándose en sus prejuicios; si se abre esa puerta, no hay vuelta atrás", dice el decano de la Facultad de Educación de la Universidad de Helsinki, Patrik Scheinin. Esto es, no importa que sea verdad o mentira que el alumnado inmigrante (que se suele concentrar en las zonas más pobres) condicione las notas de los demás; basta con que la percepción sea esa para que se desestabilice el sistema.

(...)

El modelo finlandés es comprehensivo, es decir, todos los alumnos están juntos en los mismos colegios hasta los 16 años, y busca, a través de apoyos constantes, que ninguno se quede atrás. Pero el país no ha sido ajeno a la eterna tensión entre ese sistema y el que defiende que la separación entre buenos y malos estudiantes es lo mejor tanto para unos como para otros. Scheinin cuenta que, justo antes de que saliera el resultado del primer informe PISA a finales de 2001, el país vivió un gran debate sobre la necesidad de una profunda reforma y había una gran tendencia que sostenía que el excesivo igualitarismo estaba "rebajando el nivel". Sin embargo, llegó PISA y mostró que sus alumnos de 15 años tenían más habilidades en lengua, matemáticas y ciencias que en ningún otro país de la OCDE, y que apenas tenían malos estudiantes. Ahora, después de cuatro informes PISA, casi nadie cuestiona el sistema, pero el debate sigue latente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tus comentarios