jueves, 5 de noviembre de 2009

Lecciones de una paralización


Hace unos días, un lector de El Mercurio publicaba una reflexión interesante en el contexto de las paralizaciones docentes. En breve, su argumento es que hay huelgas legítimas y otras no tanto. Las primeras son aquellas que son empleadas como un recurso de negociación, sabiendo que los efectos de la misma inciden sólo o predominantemente en las partes, esto es, están acotados a los implicados en forma directa en el conflicto. El otro tipo de huelga, de legitimidad dudosa, es aquél cuyos efectos terminan por castigar a terceros ajenos al conflicto. Queda claro que las paralizaciones del primer tipo tienden a ser las que se dan entre empleador y trabajadores de una empresa privada, cuya producción es interrumpida. Queda también claro que las paralizaciones del segundo tipo sueles ser las que afectan la continuidad de un servicio público (como salud y educación) o de interés público (por ejemplo, telefonía y otras formas de telecomunicación), donde los beneficiarios u usuarios se ven afectados, sea porque se les impide acceder a las oportunidades de enseñanza, sea porque se les impide la atención médica, sea porque el paro bloquea el servicio contratado.


Los derechos de los usuarios y beneficiarios de los servicios públicos no pueden ser usados como medio de presión o moneda de cambio en un conflicto. Incluso cuando se plantean demandas que la sociedad comparte, los dirigentes de un gremio que conscientemente recurren al paro sabiendo que los derechos de la población (o parte de ella) se verán afectados, evidencian cierta laxitud moral que resta legitimidad a sus reclamos. Finalmente, se trata de dirigentes que apelan a medios ilegítimos para fines privados (los de sus representados y no los de la ciudadanía).

Opiniones convergentes con lo anterior han expresado muchos analistas: el paro docente se mueve por un carril distinto al mejoramiento de la calidad de la educación y sus efectos pueden ser graves, tanto para la educación pública como para los mismos profesores.


Pese a que la dirigencia del gremio ha hecho pública una propuesta de salida al paro, a estas alturas, la preocupación entre los docentes se ha transformado en franca desazón: el paro docente pierde fuerza e instala entre los docentes la sensación de derrota, ingratitud, soledad y frustración. Algunas de las razones para ello son las siguientes:


  • La estrategia planteada por el gremio fue errónea. equivocó el diagnóstico sobre la adhesión social, la sensibilidad política, la oportunidad y la posición gubernamental. Erró también en la forma de negociar, al no avanzar en una agenda que articulara sus intereses privados y gremiales, con otros intereses de carácter colectivo y propiamente educativos, como son la revisión de la carrera docente, el uso del tiempo en el aula y el tiempo de preparación de clases, las condiciones de trabajo en la escuela, etc. Al contrario, el discurso gremial ha sido monocorde.

  • Las familias que tienen sus hijos en la educación pública, perciben la justicia del reclamo, pero no la justeza de los medios. El fin no justifica los medios y no hay forma de que una familia estime legítimo un paro cuando el futuro de sus hijos se ve afectado directa e inmediatamente, aun cuando en rigor el efecto real pueda ser menor.

  • Los docentes que se plegaron al paro, tal vez hayan visto acá una oportunidad de reparación y reconocimiento social a su contribución. Es cierto que los profesores que trabajan en escuelas y liceos públicos hacen un servicio incomparable y de alto desgaste para ellos mismos porque las condiciones de educabilidad son cada vez más complejas en sus aulas. Así visto, es incuestionable que merecen un mejor trato. Pero en la coyuntura actual, ello no se resulta posible y los docentes ahora sienten el abandono y la ingratitud de la sociedad.

Para el gobierno, esta paralización y su resultado también es un derrota. Las transformaciones educativas, especialmente en la educación pública, no han sido nunca ni serán viables sin el apoyo de los profesores: ¿cómo se recupera la confianza?

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