martes, 17 de noviembre de 2009

Gobierno de la educación

En Chile, suele ocurrir que el Ministerio de Educación sea dirigido por no expertos, en contraste con otras carteras donde, por lo menos en las últimas décadas, se ha impuesto el criterio de la autoridad técnica y no sólo político-administrativa como requisito de conducción (como ocurre típicamente en Economía y Hacienda).

Para comprender lo anterior se puede recurrir a tres lecturas posibles. La primera, que se puede definir como directa y benevola, afirma que hay un claro pre-concepto acerca de la educación como objeto o área de gobierno según el cual el gobierno del sistema escolar no requiere conocimientos específicos, sino capacidades genéricas de conducción. Por consiguiente, tópicos tales como el curriculum, la evaluación, la gestión escolar, las necesidades educativas especiales, el clima escolar, la efectividad docente, la educación parvularia, por nombrar algunos, pueden ser suficientemente comprendidos y dirigidos en sus líneas estratégicas, por ingenieros, abogados, economistas, trabajadores sociales, historiadores y, según muestra la escasa presencia de pedagogos como autoridades nacionales (sólo una persona de formación universitaria en Educación ha dirigido el Ministerio de Educación en los últimos 19 años), hasta por profesores.

Una segunda lectura, menos benévola, indica además que las autoridades de gobierno piensan que la educación es demasido importante para el desarrollo del país, como para dejarla en manos de los profesores.

Una tercera lectura, algo ingenua tal vez, es que la educación es un campo inter o multidisciplinario, lo cual habilita a muchos para que encabecen el Ministerio de Educación -siempre que comprendan la complejidad del fenómeno educativo y la naturaleza relacional del sistema escolar- . En contraste, la economía es un campo menos abierto o más estrecho, lo cual hace necesario que se ocupen de su gobierno sólo quienes se han adentrado en sus vericuetos.

Si se explora las oficinas del Ministerio de Educación, por lo demás, parece confirmarse la idea de que la educación es cada vez más considerada como un campo multidisciplinario y cada vez menos un terreno de pedagogos. Posiblemente hoy haya más antropológos, sociólogos, psicólogos, economistas, trabajadores sociales e ingenieros, que profesores gestionando programas e iniciativas de reforma.

¿Tiene importancia lo anterior? Desde la perspectiva de los actores escolares, sin duda. Para los profesores que trabajan en las escuelas y liceos, la legitimidad o credibilidad de los discursos nacionales sobre el sistema escolar y la importancia de la educación, tiene como filtro inevitable, al hablante en tanto forastero o lugareño. Dicho más simple: los profesores tienden a creer más en quienes saben de educación porque se han formado en las mismas aulas que ellos; los profesores confían más en aquellas personas en quienes pueden percibir o reconocer un conocimiento de terreno, de los barrios y de los niños y jóvenes de carne hueso en las salas de clase. Y si además quienes hablan y gobiernan la educación, pueden acreditar experiencia relevante y exitosa en contextos análogos a los de los profesores y familias que cotidianamente asisten a las escuelas y liceos, entonces la apertura a la escucha tiende a ser mayor.

Lamentablemente, la tendencia en las cúpulas de gobierno es inversa. Las autoridades administrativas del sistema escolar hablan generalidades sobre el sistema escolar y/o tambalean frente a una pregunta específica de un periodista. Sobre todo al iniciar su periodo como autoridad nacional, su conocimiento del sistema escolar y especialmente de las escuelas, liceos y docentes a los que enfocan las políticas, rara vez se diferencia del que posee cualquier ciudadano bien informado. Y esto los profesores y la comunidad escolar no tardan mucho en advertirlo; el gobierno sí...

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