viernes, 6 de agosto de 2010

Hacer clases donde (parece que no) se puede...

Un artículo de Katerinne Pavez, en La Tercera, retrata una experiencia de docencia en contextos complejos. Corresponde al escenario típico de muchos liceos del país: rezago escolar y claras diferencias en los niveles de aprendizaje de los alumnos; desajuste entre intereses de los estudiantes y los docentes; desajuste entre las formas de enseñar y aprender; corroboración de la influencia de factores regulatorios (el mecanismo de pago por asistencia); sobrecarga docente, entre otros elementos omnipresentes que reafirman la urgencia de políticas que articulen juventud y liceo de manera más virtuosa.

La periodista, que es a la vez la profesora, señala: "Fueron los cuatro meses más intensos de mi vida. En ellos aprendí que en colegios de 200 puntos del Simce como éste, todo se confabula para que nada funcione: alumnos muy vulnerados, que sólo van al colegio a comer o porque es un lugar más seguro que la esquina; un sistema que sólo busca retener a los esquivos y desganados escolares a punta de aprobarlos, pese a que no aprendieron nada; profesores que, después de ocho horas gritando frente a un curso, cruzan la ciudad para hacer clases en un colegio vespertino y poder hacerse un sueldo de 800 mil pesos al mes".

Mientras, la política ministerial impulsa la creación de liceos "de excelencia", selectivos y, por consiguiente, excluyentes. Por cierto, los jóvenes de liceos con 200 puntos en el SIMCE no tendrán cabida allí.


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