sábado, 24 de mayo de 2014

El Instituto Nacional y la selección

Recién conocida la propuesta gubernamental, según la cual los liceos emblemáticos podrán seleccionar estudiantes pertenecientes al 20% de mejor desempeño en sus escuelas de origen (o sea, sin pruebas de conocimientos), se reflora el debate sobre el Instituto Nacional. Es -a no dudarlo- un triunfo del lobby a favor de los liceos emblemáticos (y por extensión de los liceos Bicentenario creados durante el gobierno de S. Piñera... ¿qué dirán ahora quienes criticaron esta iniciativa de S. Piñera por crear estancos académicos y por basar su efectividad en la selección y que ahora deberán defender la fórmula de selección que propuso este gobierno?).

El tema tiene mucha vigencia en Chile. Connotados ex alumnos del Instituto Nacional habían escrito cartas en defensa de la preservación del status actual de este liceo público que, no obstante, selecciona/excluye sobre la base de rendimiento escolar previo y exámenes de conocimientos como parte del proceso de admisión. El Instituto Nacional tiene ya 200 años de existencia y se ha instalado como un referente de calidad, si por ésta entendemos buenos resultados en pruebas estandarizadas e integración de unos pocos a la elite material y simbólico del país. Esto último, se dice, es movilidad social ascendente.

El lobby a favor del mantenimiento de la selección en liceos públicos como el Instituto Nacional ha señalado también que este liceo es parte de la tradición y la historia chilena. Se agrega además que en prácticamente todo el mundo hay liceos con este carácter, esto es, liceos pensados como repositorio de los mejores estudiantes del sistema escolar y crisol de una elite. Se dice también que el Instituto es un lugar de encuentro de las clases sociales, un nodo de integración social.

Sin embargo, buena parte de estos argumentos tienen mucho de nostálgicos y de mitos.Por de pronto, resulta difícil sostener que una parte relevante de la elite chilena es "institutana": ¿se refieren a la elite económica?, ¿a los artistas y otros representantes de la cultura?, ¿a los políticos?, ¿cómo se estima este aporte si consideramos otros debates sobre la concentración de la riqueza y de los gerentes y empresarios, cuya mayoría proviene de unos pocos establecimientos privados de la zona oriente de Santiago? Digamos al menos que el argumento es centralista porque evidentemente todos aquellos personajes destacados provenientes de regiones no encajan en esta elite. Digamos además que el argumento es machista porque de un plumazo deja fuera a todas las mujeres.

Es nostálgico decir que el Instituto es un lugar de integración social. No lo fue en su origen (¿alguien puede sostener que hace 200 años el Instituto acogió a todas las clases sociales?) y quizá lo fue a mediados del siglo pasado y hasta los 70, pero luego su composición se fue "popularizando", como lo prueba el hecho que son las comunas del centro, sur y poniente de Santiago las que concentran la matrícula de este liceo y la mayoría son de clase media (asumiendo que en Chile hay clase media). Por tanto, hoy no se encuentran los ricos y pobres en ese liceo. Eso, si ocurre, es excepcional y anecdótico.

Como excepcional es el status del Instituto Nacional. Durante al menos los últimos 50 años este liceo ha gozado de una suerte de privilegio: mientras casi la totalidad de establecimientos educacionales es o de enseñanza básica o de enseñanza media, el Instituto mantiene una cantera en la básica. Anormalmente, el Instituto es un liceo secundario que tiene enseñanza básica, lo cual contraviene un elemento estructural del sistema escolar chileno. Y todos los sucesivos gobiernos e institucionalidad estatal lo han tolerado. No es el único establecimiento en esta condición, por supuesto. También hay liceos masculinos y femeninos de orientación selectiva que aplican igual fórmula para reclutar a sus estudiantes y modelar sus desempeños académicos.

Por eso resulta curiosa esta discusión sobre los efectos en el Instituto del término de la selección en todos los establecimientos públicos o estatales. La lógica del Instituto es evidentemente un resabio de otra época  societal (de la tradición) y pone interesantes preguntas a la cuestión de lo público estatal en educación. La central es por la efectiva igualdad de oportunidades y por la forma en que la diferencia es respetada y promovida en la educación pública. La selección basada en el mérito académico tiene su legitimidad en la igualdad de oportunidades. Si las ventajas se obtienen por atributos adscritos o, más simplemente, por haber tenido acceso a una mejor educación previa, entonces no todos llegan en igualdad de condiciones y posiciones al momento de la selección. Como esto es prácticamente imposible de establecer, seleccionar puede ser conscientemente una forma de discriminar o excluir.

La segunda cuestión es el trato y cultivo de las diferencias. El sistema escolar chileno tiene mecanismos para la inclusión centrados en quienes tienen desventajas físicas, psicológicos, culturales y socio-económicas. Pero no tiene igualmente desarrollados los dispositivos para los talentosos, los excepcionales en términos de desempeño matemático, literario, físico o de otro tipo. ¿Dónde deben ir o estar los talentosos? La respuesta actual no son las escuelas segregadas (por talentos) sino las escuelas normales. En escuelas normales, se debe impulsar academias de ciencias, matemática, literatura, etc., de manera que estudiantes con esas capacidades que exceden el promedio tengan un espacio de cultivo sin que ello implique segregación.







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