martes, 11 de mayo de 2010

¿Sabes más que un niño de educación básica? Profesores al banquillo

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Una vez más, los docentes a la palestra. El matiz es que ahora se trata de aquellos que aun no lo son: los recién egresados o los prontos a hacerlo. La denominada “prueba INICIA” mostró que estos futuros profesores de Educación Básica apenas lograron responder correctamente en promedio un tercio de las preguntas de la prueba de Matemática. y poco más de un 40% en Lenguaje. En promedio… lo que, obvio, implica que hubo quienes superaron este umbral y otros que no lo hicieron.

La mirada se volcó a las universidades formadoras y a los mismos examinados. A estos últimos no se les ha preguntado, acaso porque los resultados de las pruebas son confidenciales. A las primeras, en cambio, se les pide que expliquen por qué sus egresados no alcanzan desempeños aceptables. Ellas responden que el problema es que sus alumnos muestran importantes vacíos de formación general que debieran haber recibido durante la enseñanza escolar. Siendo así, no tendrían más remedio que destinar parte de la formación profesional a nivelar conocimientos y habilidades básicas. Lo preocupante de este argumento es que parece revelar que los académicos universitarios tampoco consiguen que esos alumnos alcancen esos aprendizajes propios de la escuela y el liceo… no es, por consiguiente, un problema de los docentes del sector municipal o privado subvencionado. Parece que hay más que eso: académicos con formación de postgrado, dedicados a la enseñanza de la matemática o del lenguaje, y tal vez incluso a la didáctica de estas disciplinas, también parecen ignorar cómo conseguir resultados satisfactorios con esos alumnos ¿Por qué?

El decano de la Facultad de Educación de la Universidad Católica, Francisco Claro, pone el dedo en la llaga: las universidades, sus facultades de educación y los alumnos han llegado a un “acuerdo tácito” que consiste, ni más ni menos, en bajar los estándares o las exigencias formativas y de aprobación. De esta manera, las universidades reclutan alumnos que no serían aceptados fácilmente en otras carreras (su puntaje promedio en la PSU sería de 485), y los estudiantes consiguen la oportunidad de estudiar y obtener un título profesional. Se configura así el efecto “Pigmalión” o la profecía autocumplida. Otros han preferido hablar de un “círculo vicioso”, donde los bajos puntajes de los aceptados por las universidades confabulan con una calidad irregular de las facultades formadoras.

Sobre este último punto, una nota de La Tercera informa que sólo el 4% de las 276 pedagogías sometidas a acreditación externa han sido rechazadas. Claramente, el dispositivo no es un buen predictor de la calidad de los egresados (y puede no haber sido concebido para contribuir a este objetivo).

Las medidas propuestas por especialistas son conocidas: incentivos para atraer a mejores candidatos, mediante becas completas mientras se curse la carrera; mejorar ostensiblemente las rentas de los docentes en general, de manera que la profesión mejore su status social y atractivo económico; reformulación de las mallas curriculares de las pedagogías y exámenes de acreditación de competencias de salida que cuyos resultados sean condicionantes, esto es, que habiliten a los que aprueben y restrinjan el acceso al mercado del trabajo a quienes los reprueben.

En este escenario de cuasi-mercado que es la educación chilena, donde la competencia y la libre elección debiera ser palancas de calidad, promoviendo buenas prácticas y desplazando a los incompetentes, ¿por qué los empleadores o los sostenedores no han aplicado medidas que el propio mercado posibilita?, ¿qué pasaría, por ejemplo, si los sostenedores incluyeran pruebas de conocimiento disciplinario a los candidatos a empleos en sus establecimientos?




La imagen es de http://cursos.cepcastilleja.org/mod/forum/discuss.php?d=10435

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