miércoles, 25 de junio de 2014

Debate público sobre la reforma escolar

El debate sobre la reforma escolar no pierde intensidad. La prensa escrita (la impresa), mayoritariamente crítica o escéptica de  las ventajas de las reformas que el gobierno ha propuesto (los "tres fines" como han dicho algunos para referirse al fin al lucro, fin al copago y fin a la selección), casi a diario presenta en Editoriales, cartas y columnas, sus opiniones y argumentos sobre los problemas y los vacíos que las reformas muestran. La prensa electrónica, en cambio, tiende a mostrar más diversidad de opiniones y se ha convertido en el espacio para la presentación de columnas de actores emergentes, de académicos propiamente tales y de voces de clara filiación de izquierda. Esta es la primera de las características reconocibles en esta fase de la discusión: el formato periodístico tradicional cobija opiniones más bien defensoras del status quo; el formato digital es más plural.

Una segunda característica del debate es el agrupamiento de actores. Aunque en todos los grupos han voces marginales o disidentes, los actores se han alineado con relativa claridad: la FIDE declara consonancia con el espíritu de las medidas pero objeta los instrumentos y los énfasis; la cúpula de la Iglesia Católica ha sintonizado con lo anterior; los partidos políticos de derecha han dicho lo esperable en ellos, lo mismo que los de izquierda; los centros de estudio han presentado argumentos más o menos técnicos en idéntica dirección de sus orígenes, o sea, los que tienen composición u orientación más conservadora y/o pro-mercado, han criticado las propuestas legislativas del gobierno; los que son proclives a la socialdemocracia, han tendido a destacar los aspectos positivos admitiendo -casi siempre de modo tangencial- que hay aspectos poco claros o perfectibles.

La tercera característica es el carácter estratégico de los movimientos de quienes representan las posiciones pro status quo. Si se leyera sus opiniones de hace uno o más años, se vería un giro o desplazamiento importante: si antes decían que el copago era un mecanismo virtuoso, ahora presentan propuestas para eliminarlo con una gradualidad y cuantía que no implique pérdida para los sostenedores; si el lucro era legítimo y solo bastaba mayor fiscalización, hoy se postula su supresión y reemplazo por fórmulas que acoten las ganancias y eventuales retiros de excedentes. Si la selección era un mecanismo válido en todo el sistema escolar, hoy lo sería para iniciativas educativas singulares (o sea, con proyectos edcativos diversos) o dirigidas a niños y jóvenes con talento académico o de otro tipo. Es decir, asumido que los cambios son inevitables, la posición defensiva ya no se ejerce desde la trinchera, sino en el ágora buscando mitigar los efectos y cuidando las bases estructurantes del sistema actual. El principal argumento acá es la preocupación por la calidad y la promoción de medidas de perfeccionamiento del sistema (por ejemplo, la reforma al Estatuto Docente, la revisión profunda del sistema municipal, el foco en el aumento de la inversión y cobertura de la educación parvularia, etc.).

La cuarta característica es la eficacia relativa de los argumentos de quienes promueven las reformas. La crítica sobre la carencia de medidas que impacten en la calidad de la educación, que potencien la educación pública y que protejan las actuales opciones de las familias, ha calado en la opinión pública. Esto es comprensible pues desde el sentido común no es tan obvio que la implementación de los "3 fines" mejoren o amplíen las oportunidades, recursos y resultados de quienes hoy tienen a sus hijos en la educación privada subvencionada. Excluyendo a la educación pagada, los "3 fines" podrían alterar más o menos sustancialmente la situación de los establecimientos elegidos por estos 2/3 de las familias chilenas y, hasta ahora, el gobierno no ha logrado transmitir un mensaje donde los beneficios del cambio queden claros para el ciudadano de a pie. El otro tercio (aquel que tiene sus hijos en la educación municipal) tampoco ha escuchado argumentos que conecten con su sentido común, señalándole cómo mejorarán los servicios e instalaciones, los docentes, los procesos y recursos, en fin, la calidad de la enseñanza y de los aprendizajes en escuelas y liceos públicos.

Esto lleva a la quinta característica del debate actual: las reformas remiten a cuestiones más bien abstractas para la mayoría de la población, pues apuntan a modificar la narrativa y  regulaciones del sistema escolar. La narrativa propuesta (educación pública, gratuita y de calidad) tiene conexión parcial con el sentido común porque empalma con la aspiración colectiva de igualdad de oportunidades y recursos, justicia en el proceso formativo e integración social en los resultados, pero no con la búsqueda y promoción de la diferencia y la excelencia en los proyectos educativos. Estas dos últimas notas distintivas de la narrativa son la base de la defensa que la elite hace del sistema actual y sus regulaciones. El rayado de la cancha y las reglas del juego que postula el gobierno transforman la macro, como dijo el Ministro Eyzaguirre, y con ello la situación de más de la mitad de los proveedores (o sea, de laicos y religiosos, concertacionistas y de derecha), los mismos que tienen acceso preferente a los medios de comunicación y a los actores que usualmente configuran la agenda pública y sus contenidos centrales. Consciente de su hegemonía en los medios, la elite advierte que algunos cambios son inevitables pero, a la vez, se ha esforzado en catalizar las dudas de una parte de la población. Por lo tanto, sin cambios sustantivos en el contenido y la forma del mensaje que permita que más actores relevantes en la agenda pública visualicen el diseño de la reforma de manera comprehensiva, las dificultades y el "fuego amigo" seguirán existiendo.






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