sábado, 14 de septiembre de 2013

Ser docente en Chile (IV)

Fuente: http://www.elquehaydecierto.cl
Desde mediados de semana, se ha venido desarrollando un intercambio de opiniones en la sección "Cartas al Director" de "El Mercurio". La columna que motivó en debate es de Anibal Vial Echeverría y se titula "Mejores profesores, urgente". Transcribo:


Hace algunos años en Holanda se hizo necesario atender un problema asociado a la escasez de buenos profesores. Para resolverlo, se reunió el consejo que dirigía una red de colegios con las Escuelas Superiores de Profesorado de la Universidad Libre de Amsterdam. Juntos hicieron una oferta singular. Pusieron avisos en la prensa, ofreciendo a profesionales descontentos con su actual trabajo en empresas la alternativa de convertirse en profesores de enseñanza media. Los aspirantes debían seguir estudios durante dos años hasta obtener el grado necesario para la materia a enseñar. Dichas instituciones debían asumir los costos del plan. En poco rato, las instituciones convocantes habían recibido cinco mil llamadas telefónicas, 800 cartas y 200 emails pidiendo información.

La situación en Holanda era dramática por la falta de profesores. Nadie quería dedicarse a la enseñanza, por los sueldos bajos y por los problemas de mantener la disciplina en clases que resultaba tarea cada vez más dura. El tema pasó a ser prioritario en la política al interior de dicho país. La estrategia de buscar profesores de otros sectores profesionales pasó a ser también objetivo del gobierno.

Ocurrió que, mientras se preparaba la ley que hiciera posible formalizar esta iniciativa, la impaciencia -la necesidad- puso sin más en marcha la reforma. La portavoz del consejo escolar, sorprendida por los resultados, respondía a una consulta de la prensa: "Dada la avalancha, no sabemos cuántos vamos a admitir, no esperábamos tantas respuestas". "Seguramente, muchos cuando ya sepan con precisión lo que se les requerirá -señalaba la vocera- no sigan en la carrera; esa será la primera criba".

Frente a la consulta acerca de cuál había sido el tipo medio de solicitante, agregó: "No resulta fácil precisar de quién se trata: son gente con estudios superiores que trabajan actualmente en empresas. El proyecto se dirigía a ellos, pero ha respondido todo tipo de profesionales; hombres y mujeres de diferentes edades. Pienso ahora en un músico de orquesta que quiere convertirse en profesor de matemáticas y en un empleado de una compañía de seguros al que le gustaría ser profesor de holandés", afirma.

Pues bien, hemos estimado que vale la pena recordar esta experiencia, teniendo en cuenta lo que nos ocurre en Chile, que vive una situación casi idéntica, y está requerido de propuestas innovadoras que ayuden a la solución en el menor plazo posible. Porque es obvio que necesitamos más y mejores profesores, en Santiago y en regiones; en algunas ciudades el problema es crítico. No obstante, es alentador saber que entre nosotros hay también experiencias similares e innovadoras; por ejemplo, la que ha realizado con especial éxito Enseña Chile, aunque si bien el enfoque es distinto y se basa en un exitoso modelo probado en EE.UU., viene también a suplir una clara deficiencia como la del caso holandés. En general, en Chile se estima una cifra del orden de seis mil profesores que provienen de la ingeniería comercial, la agronomía, contadores, que apoyan la labor educativa. Nuestra Ley General de Educación, a diferencia de la holandesa en ese entonces, acertadamente permite hacer clases a titulados y licenciados que hayan cursado programas de a lo menos ocho semestres en una institución acreditada y que hayan cursado al menos cuatro ramos en el área en la que enseñan. Este es ya un gran avance.

De manera que, si a lo que ya hacen cerca de seis mil profesionales enseñando en colegios, sumado a lo que hacen Enseña Chile y otras iniciativas similares, y a su vez todo eso lo sumamos al proyecto de ley, hoy en el Parlamento, ordenado a fortalecer la carrera inicial docente, que implica ya no solo premiar a los mejores alumnos que estudien pedagogía -como contempla la beca vocación de profesor-, sino también a los mejores profesores que sean debidamente acreditados como tales, si a todo este empeño se agregan además iniciativas como estas probadas con éxito en Holanda o EE.UU., podemos vislumbrar que en un plazo no superior de cinco años -que para educación es un plazo corto- empezaremos a ver resultados mejores en este ámbito.

Lo que nos ha mostrado en los últimos días la prueba Inicia, ya por quinto año consecutivo, y no obstante las limitaciones de ese instrumento, y lo que vemos en otras pruebas internacionales que nos permiten compararnos con países más desarrollados como los de la OCDE, es que nuestros políticos deben dar primera prioridad a estas iniciativas. Cualquier otra discusión sobre temas de educación, y no solo de educación, debiera quedar subordinada a esta que apunta a fortalecer a los profesores de nuestro país. Es urgente mejorar la calidad de nuestros educadores, y por eso apelamos a nuestros legisladores para que tengan este sentido de urgencia.


La columna motivó la respuesta de Cristián Cox, decano de la Facultad de Educación de la PUC, quien señaló con cierta vehemencia que la postura de Vial implicaba un claro riesgo de desprofesionalización de la docencia y una devaluación de la pedagogía. Transcribo su carta titulada "Formación de profesores":

La columna de Aníbal Vial sobre formación de profesores celebra iniciativas que consisten en ignorar a la docencia como profesión: la solución del problema vendría "de afuera", de profesionales de cualquier ámbito interesados en enseñar en colegios.

Se trata de una idea que buscando acortar camino, en lo esencial desprofesionaliza la docencia: le niega a esta, de hecho, que tenga un conocimiento y ámbito de desempeño especializados y exigentes, lo que supone una preparación prolongada. Se trataría en realidad de una "semi-profesión", como lo concibió la legislación sobre educación superior de los ochenta.

Desde esta perspectiva, el columnista no alcanza a ver que el caso holandés que describe y celebra se diferencia sustantivamente de las experiencias de EE.UU. y de Chile: en el caso de Holanda, los interesados en acceder a la enseñanza deben, según él mismo señala, "seguir estudios por dos años hasta obtener el grado necesario para la materia a enseñar". En los casos equivalentes de EE.UU. y Chile, bastan unos talleres de algunas semanas. Esta visión desprofesionalizante es parte del problema, no de la solución.

Se argumentará que lo que se propone es un "complemento" de las soluciones de fondo (mejores remuneraciones docentes y reforma profunda de las facultades de educación), pero el concebirlo de tal forma supone ignorar que se está comunicando a todo joven interesado en llegar a ser un profesional de la educación que este es un ámbito de segunda, no verdaderamente profesional. Lo contrario de lo que se busca.


En los días siguientes se publicó la respuesta de Vial, que rápidamente toma un tono personal. Dice Vial:

Cristián Cox tuerce mañosamente el espíritu y la letra de lo dicho en mi columna del lunes acerca de la formación docente y su urgencia. Seguro lo traiciona una mala conciencia, pasada y presente.

Si me atrevo a interpelar a los responsables para que actúen con sentido de urgencia, es precisamente porque me preocupa la educación de los niños chilenos, y la de sus actuales y futuros profesores. Y es en ese espíritu de preocupación que di a conocer experiencias frescas que, pienso, ayudan, o pueden ayudarnos, a salir de una situación inaceptable y viciada.

Los vergonzosos resultados durante cinco años consecutivos en la prueba chilena Inicia, y asimismo los alcanzados en las pruebas internacionales, no admiten más actitudes esterilizantes. Que un ingeniero no pueda enseñar matemática o física, que un médico no pueda enseñar biología, no resiste análisis. Decir que eso contribuye a "desprofesionalizar la docencia", la verdad, no lo había pensado, pero si es así, me alegra mucho, pues sin quererlo, lo dicho por el propio Cox acusa la raíz del problema.

En efecto, mi propuesta, hecha a la luz de una buena idea probada en Holanda, apunta a que profesionales que saben algo y que tienen una buena experiencia laboral puedan enseñar, mediando un proceso de habilitación bien acreditado. La razón que me llevó a proponerla es, justamente, que hoy los "profesionales de la docencia" se muestran incapaces de resolver este grave problema. No hay peor ciego que el que no quiere ver.

Conozco a destacados profesionales, exitosos en su exigente tarea, que estarían bien dispuestos a considerar una solicitud para cambiar su actividad y desempeñarse en una tarea docente escolar, o al menos destinarle un tiempo compatible con su trabajo. Incluso, algunos me han dicho que lo harían gratuitamente, como un servicio.

En este mismo diario, hace algunos días, leí unas ideas sugerentes propuestas por la decana de la Facultad de Educación de la UDLA, Pilar Romaguera. Las consideré una buena ayuda para responder las complejas preguntas que la educación debe atender con especial cuidado en nuestro tiempo: quién debe enseñar, qué se debe enseñar, cuándo, cómo emplear los estupendos medios de comunicación disponibles. Ojalá otros decanos se sumen en esa línea propositiva, que sin duda será más fecunda para atender nuestra urgencia educativa.


Luego de otra réplica de Cox, interviene Horacio Walker, Decano de la Facultad de Educación de la UDP, quien opina de la siguiente manera:

La columna de Aníbal Vial sobre formación de profesores no solo propone iniciativas que ignoran a la docencia como profesión, como afirma Cristián Cox, en su carta a este diario, sino que además representa una visión simplista del profesor. Esta visión sugiere que para ser buen docente basta con saber una determinada disciplina, aprendida con objetivos ajenos a la docencia, y expresar motivación a trabajar en un colegio.

Esta creencia ignora la complejidad del rol docente y la sofisticada preparación que se requiere para saber de una disciplina en el contexto de cómo enseñarla a estudiantes diversos, en situaciones siempre cambiantes y desafiantes, y generar aprendizajes relevantes. Es también simplista ofrecer como solución a los malos resultados (prueba Inicia) que todos lamentamos, el desarrollo de programas alternativos de ingreso a la docencia, frente a los cuales no hay evidencia consistente sobre sus beneficios.

Lo que el país necesita son medidas para crear las condiciones que permitan mejoras radicales en la formación docente universitaria, entre las cuales destaco la regulación para el ingreso de mejores estudiantes a pedagogía, plantas docentes bien preparadas, y programas formativos estrechamente vinculados al sistema escolar para asegurar pertinencia y relevancia. Al mismo tiempo estas medidas no tendrán el efecto deseado sin mejoras salariales y de las condiciones de trabajo para los docentes. Para esto se requiere de inversiones mucho más sustantivas que las que el país ha estado dispuesto a asumir.


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