Fuente: http://philmckinney.com |
En el sector público, la selección de directores está firmemente regulada, tanto en lo que dice relación con los requisitos formales (por ejemplo, ser profesional de la educación, tener formación o perfeccionamiento pertinente y un determinado número de años de experiencia en el sistema educacional), los conocimientos específicos que se acreditan y la experiencia y competencias que se demandan. El proceso es casi idéntico en todo el país y suele incluir fases de revisión documental, de entrevistas y resolución de tests psicosociales, de entrevistas técnicas o de foco en la experiencia y formación propia del cargo y, por último, de entrevistas con autoridades y/o equipos de gestión relacionados con la función directiva. En Chile, además, se solicita un plan de trabajo que compromete resultados en aumento de la matrícula, eficiencia interna y aprendizajes para un periodo de 3 años.
En el sector privado, aun cuando la normativa es menos estricta, el proceso de selección guarda alguna similitud, sin bien hay mayor apertura en la formación profesional de origen, la post formación y la experiencia. Las fases gruesas, sin embargo, son similares, a saber, la revisión documental, la entrevistas psicosociales y las entrevistas con autoridades institucionales. Las diferencias están en la forma de acceder al cargo (persiste la búsqueda y ofrecimiento directo sin mayores mediaciones, si bien es cada día mas frecuente la búsqueda de candidatos mediante agencias de head-hunters) y en la relevancia asignada a características psicosociales del directivo en la que se juega el proyecto institucional, lo cual se traduce en un "modo de ser persona y directivo" (por ejemplo, mayor o menor grado de manejo político; mayor o menor cercanía con los demás en lo cotidiano; mayor o menor capacidad de testimoniar y/o movilizar creencias) y en la búsqueda de cierta afinidad o concurrencia de principios o de perspectivas filosóficas, morales o religiosas. Un director debe dar cuenta y asegurar la preservación y fortalecimiento del carisma o sello institucional, aquello que distingue al centro educativo y a la formación que allí se imparte. Es este rasgo lo que tal vez más preocupa a centros educacionales vinculados a congregaciones o grupos religiosos.
En un centro educacional religioso, el director (o la directora) ha sido visto fundamentalmente como una autoridad cuya legitimidad está basada en el respaldo que la congregación le brinda y explicita. La fortaleza o solidez de su formación, experiencia previa e incluso de su gestión directiva no siempre le ha sido exigida,; lo importante ha sido contar con la confianza y apoyo institucional. Con todo, gradualmente esta visión ha transitado hacia una mayor estandarización tanto en la formación previa como en el desempeño, entendida como el cumplimiento de altos niveles de formación especializada y la presentación o avance de un plan de intervención y metas de gestión. El punto crítico sigue siendo el "modo de ser" individual y colectivo: cómo dirige y cómo se conduce cotidianamente en sus relaciones interpersonales en el centro. En estos centros, el buen director lidera comunicativamente, influyendo, modelando, regulando, evaluando.
Este aspecto parece resbaloso, pero en realidad es sustantivo y traduce una parte significativa de los aprendizajes de la literatura experta sobre liderazgo colaborativo. Ser un buen director es movilizar a otros, generar compromiso y compartir con ellos una visión; es crear una atmósfera de seguridad, confianza y afecto, tal que docentes y estudiantes se sientan animados a permanecer, ayudar(se) y cuidar(se) en el centro. Ser un buen director es promover o cultivar el liderazgo en los otros, esto es, es alentar e impulsar a quienes representan o "encarnan" el sello o el carisma en su trabajo y convivencia. Compartir una visión, crear un clima de confianza y promover el desarrollo de los demás es parte de todo buen liderazgo educativo y es seguramente donde también se juega el sello o carisma institucional. Lo demás es poner el foco en los procesos instruccionales (mejorar la pedagogía, personalizar la enseñanza, etc.) y contar y aplicar intensivamente un buen sistema de información, análisis y evaluación de procesos y resultados.
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