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En la presentación oficial del presupuesto 2013 para Educación, el ministro ha destacado que el monto total será de US$ 12.829, distribuidos como sigue:
- Educación Parvularia: US$ 1.018 (7,9%)
- Educación Básica y Media: US$ 9.069 (70,7%)
- Educación Superior: US$ 2.278 (17,8%)
- Otros: US$ 464 (3,6%)
Estas cifras comprometen un aumento de la subvención para Educación Parvularia, que llegaría a $85.400 y para Educación Básica y Media (que llegaría a los $ 95.000). Se asignarán US$ 734 millones para el Fondo de Mejoramiento de la Gestión Municipal (FAGEM); US$ 27 millones para los Liceos Bicentenario (es decir, para 60 liceos del país); US$ 62 millones para textos escolares; US$ 34 millones para incentivos a docentes (AEP y AVDI) y US$ 8 millones para formación de 1000 directores; US$ 88 millones para el funcionamiento de la Agencia de Calidad (58 millones) y la Superintendencia (30 millones); US$ 789 millones para 314 mil becas de arancel en educación superior; US$ 210 millones para investigación mediante fondos concursables.
En definitiva, un incremento evidente de recursos, especialmente para responder a las demandas de apoyo de los actores de la educación superior (es decir, como consecuencia de la movilización estudiantil), la necesidad de aumentar la cobertura de la educación parvularia y la decisión de aumentar el monto de la subvencion regular escolar y extender la subvención escolar preferencial a la enseñanza media (primer año de secundaria, en 2013). Una columna vertebral (cantidad) balanceada en dos ejes claros: cobertura y financiamiento.
Esto es llamativo: se puede decir que en el gobierno se ha terminado por admitir que el sistema educacional chileno tenía recursos insuficientes y que, por consiguiente, una parte de la explicación de los resultados alcanzados a la fecha tiene relación con la cantidad de recursos que se dispuso. Por extensión, habrá que suponer que el gobierno está convencido que una parte de la explicación de los futuros resultados se podrá relacionar con este importante aumento de recursos. La calidad de la educación, en definitiva, tiene también que ver con el gasto público y no solo con la eficiencia de la gestión, la efectividad de las prácticas y la frecuencia y exigencias de la evaluación.
Hay acá un giro más o menos sutil: la "teoría del cambio" defendida hasta ahora ha sido que la mejora de la calidad depende de palancas o "drivers" tales como la definición de estándares exigentes, el enfoque en resultados, la presión a directivos y docentes, la suscripción de compromisos de gestión asociados a incentivos y otras consecuencias, la prescripción del uso de recursos didácticos altamente estandarizados, la evaluación constante y la información intensiva. Todo elementos vinculables con la creencia que el cambio educativo pasa por mejor gestión, estándares altos, evaluación y rendición de cuentas. Ahora además se admite que todo esto puede no funcionar si no se dispone de más recursos. El cambio y la mejora tiene como una de sus palancas al aumento de los recursos.
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