lunes, 1 de febrero de 2016

Carrera Docente. Opinión de Tomás Recart (ONG Enseña Chile)

Tomás Recart escribe hoy una contundente y sentida carta en La Tercera, que titula "Correr para no llegar". La trasncribo:

EL PROYECTO  de ley de carrera docente que acaba de ser aprobado por el Senado no pasa la prueba de fuego, pues nada indica que los cambios propuestos garantizan que en el mediano plazo tengamos al quintil superior de este país (autoridades, parlamentarios y expertos en educación incluidos) evaluando dejar de educar a sus hijos en colegios particulares.

Sin duda, se han hecho muchos esfuerzos para sacar una buena ley de proyecto docente: horas de discusión, encuentros, audiencias, exposiciones de académicos y la inversión de US$ 2.400 millones. Pero nos faltó.

 Al parecer este tema no nos duele lo suficiente. No somos capaces de hacer nuestro el sentido de urgencia de las familias que no logran entender por qué el prometedor promedio 6,5 de su hijo se traduce en 400 puntos en la PSU. Por eso legislamos “en la medida de lo posible”, aplacando por un tiempo el dolor, pero sin mejorar al enfermo.

Pese a toda esta adversidad, rescato de mi experiencia en los establecimientos más necesitados que en todos uno puede ver mucha gente haciendo un trabajo maravilloso, entregado a morir, dejando todo en su día a día, pero bajo una estructura que protege y privilegia los intereses de unos pocos, y posterga a los estudiantes más vulnerables.

¿De qué intereses estoy hablando? Primero, no puede ser que la nueva carrera docente, no vele por altos estándares para todos aquellos que entran a la sala de clases. El proyecto considera que seis años es un período “razonable” para que un profesor sin competencias pedagógicas pueda hacer clases. ¿Dónde perdimos el sentido común? Por supuesto que el profesor mejora con la práctica, pero hay un piso mínimo que garantiza que no aprenda a costa del estudiante.

Segundo, hay un acuerdo transversal acerca de lo clave que es para un establecimiento contar con un buen director. El actual Gobierno tiene un muy buen proyecto en esta materia, pero ¿por qué no hemos puesto la prioridad y los recursos en atraer, seleccionar, formar y empoderar a directores competentes? Al Colegio de Profesores esta idea le hace mucho ruido, ya que la descentralización del sistema evidentemente les resta poder. 

Tercero, el amparo de los que promueven paros que no solo están fuera de la institucionalidad, sino que además muchas veces no representan el sentir de la comunidad. Podemos maquillar mucho nuestra educación, pero si no somos tajantes a la hora de poner los intereses de los estudiantes al centro, la educación pública, que ya está en la UTI, tiene fecha de fallecimiento en los próximos dos o tres años. El 2011, en Valparaíso, un Liceo de dos mil estudiantes, redujo su matrícula a 800 estudiantes, porque las familias de menor ingreso tienen una necesidad básica antes que la educación, que es tener un lugar seguro donde dejar a sus hijos para poder ir a trabajar. Si no garantizamos esos derechos básicos, ¿de qué educación pública estamos halando?

 Esta “carrera” no la podemos dar a medias, hay que correr para que los niños más necesitados puedan ganar. Correr a medias, por mucho esfuerzo que implique, no sirve. ¿Estamos dispuestos a hacerlo? Mi impresión es que en esta pasada demostramos que no.

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