martes, 25 de febrero de 2014

La paradoja de Bossuet en Educación

Fuente: http://taolifestudio.com
Un documento de trabajo del Instituto de Educación de la UNESCO en Ginebra (IBE) hace referencia a la paradoja de Bossuet, según la cual los seres humanos rechazan en general aquello que aceptan en particular. La paradoja fue señalada previamente por Rosanvallon, en su libro "La sociedad de los iguales" que en español publica Editorial Manantial. Según recuerda Ernesto Ottone, Bossuet fue un clérigo francés que en el siglo XVII dijo que "Dios se ríe de los hombres que se quejan de las consecuencias, al mismo tiempo que consienten sus causas", lo que Ottone traduce como un enérgico acuerdo discursivo en el rechazo a la desigualdad que se convierte en un rechazo con alarma cuando se plantean soluciones que signifiquen redistribuir bienes para compensar en algo la alta desigualdad, pese a que se conoce las causas o factores que la producen. Así, por ejemplo, en Educación se sabe que la práctica de la selección académica por razones socioeconómicas es uno de los mecanismos más eficaces para aumentar la segregación escolar y, sin embargo, se la defiende como una de las expresiones de la libertad de enseñanza. 

En el documento de trabajo ya dicho, publicado en junio de 2013, los autores (Tedesco, Opperti y Amadio) enfatizan otra lectura de la paradoja de Bossuet, dado que no señalan la inconsistencia entre consecuencias y causas; a cambio, dicen que hay procesos individuales (particulares) que tienen efectos sociales no deseados (o sea, efectos generales). Sobre esta derivada, indican que la importancia de la paradoja de Bossuet para las políticas educativas estriba en su dimensión epistemológica y cognitiva: las personas condenan la desigualdad y las situaciones globales, basados en datos, hechos e información objetiva; en cambio, para dar cuenta de situaciones particulares se basan en comportamientos y elecciones individuales. El texto ejemplifica lo anterior con el caso chileno: hay consenso sobre la injusticia de la segmentación escolar, pero a la vez se critica toda medida que promueva una distribución más equitativa de las oportunidades y que inhiba la posibilidad de elegir dónde matricular a los propios hijos. Se puede también añadir otro ejemplo en la misma línea: la Iglesia -a través de la organización que agrupa a los colegios religiosos- defiende el co-pago (financiamiento compartido) al mismo tiempo que denuncia la fuerte segregación socioeducativa, aun cuando se ha presentado evidencia empírica que muestra la relación entre capacidad de pago familiar y segmentación escolar.

La paradoja de Bossuet revela algo conocido en educación: las razones para justificar  comportamientos propios (en este caso, la elección educativa de las familias) son distintas de las razones para juzgar a la sociedad y, al contrario de lo que piensan Tedesco, Opperti y Amadio -siguiendo a Rosanvallon-, en realidad no tienen que ver con una "mirada objetiva" para las situaciones globales versus una "lectura subjetiva" para situaciones particulares. Las personas interpretan el mundo (público y privado) y justifican sus actuaciones personales integrando sus experiencias, creencias y "datos duros": siempre hay una "teoría" en la comprensión de las acciones individuales y colectivas y el esfuerzo de cada uno es hacer un empalme entre estas lógicas individuales y lógicas sociales. Lo que también acontece es que la noción de "mundo" es distinta en cada caso: cuando se analiza la justicia en la sociedad y las formas de lograr bienestar para todos, se aplican categorías distintas que cuando se pide analizar el futuro de los hijos y las formas en que cada familia puede lograr mejores posiciones y recursos para ellos. Así pues, se puede adherir al ideal de una sociedad más justa e inclusiva y a la vez tomar decisiones privadas en beneficio de los hijos que significan ventajas para éstos aun cuando se esté consciente que dicha ventaja no hará una mejor sociedad. En definitiva, lo objetivo y lo subjetivo se funden cotidianamente y acaso lo que ocurra es que a menudo no somos conscientes que la trama de valores y creencias de cada uno es también parte de los mecanismos sociales de perpetuación de la desigualdad.

¿Es posible disolver esta fisura entre situación particular y situación colectiva mediante la acción educativa o mediante experiencias de aprendizaje en la escuela? Los autores del documento del IBE postulan que es algo difícil pero posible y que requiere un curriculum escolar donde la cohesión y justicia social sean abordados y vivenciados de manera consistente con las valoraciones y significados que cada uno da al mundo en cuanto telón de fondo, a su entorno próximo y a sí mismo en su relación con los demás. Finalmente, el desafío sería cómo aprender a vivir juntos.


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