jueves, 8 de noviembre de 2012

Tres tipos de problemas en Educación

Fuente: http://www.ndhsaa.com
Cuando se analiza la calidad de la educación y hay un esfuerzo por establecer qué factores se asocian a los resultados o la efectividad de los aprendizajes, hay argumentos que buscan centrar la discusión en el aula o la escuela y sus actores, señalando que los temas que dicen relación con la naturaleza y carácter de la educación; su lugar en la sociedad y el desarrollo de las personas; el papel del Estado, de las familias, de los individuos y de los grupos de interés, etc., no tienen incidencia relevante; lo que importa es el curriculum adecuado, la buena pedagogía, el liderazgo directivo, la autonomía escolar y los mecanismos de aseguramento de la calidad. Tampoco es pertinente al alero del mismo argumento, la discusión sobre el rol del Estado (subsidiario o no) ni si el sistema debe ser de provisión mixta. Cuando mucho se abre la posibilidad de conceder que es responsabilidad estatal definir mínimos sociales de educación garantizados, focalizar su atención en los más pobres y vulnerables, buscando compensar aquello que no es posible solo por la acción individual y la libre interacción de los actores en determinados escenarios. El lugar de la calidad es el aula y la escuela. El modo de regulación, el "modelo" y sus supuestos, no hacen más ni mejores aprendizajes en los niños y niñas.

Parece difícil oponerse a estas afirmaciones. Son también ideas que, miradas desde las familias y sus aspiraciones de un mejor futuro para sus hijos, resultan sensatas. Sin embargo, para otros, esta visión es estrecha y descuida las connotaciones socio-políticas de la educación. La escuela (el sistema educacional) debe ser un lugar de experiencias socialmente significativas y capaces de mejorar a la sociedad.  El sistema educacional no es solo una entidad productora de resultados de aprendizaje; es un espacio que se habita y donde se convive. Por lo mismo, la democracia, el respeto al otro, la integración social, se deben vivir expresivamente en la escuela. Luego, no es irrelevante la cuestión de qué tipo de escuela y que proyecto se juega en ella.

Parte de este desencuentro está en que los problemas en discusión operan en planos relacionados, pero también diferentes. En la discusión sobre el sistema educacional, a menudo se integran o confunden planos distintos que, al menos analíticamente, vale la pena distinguir. Sugiero considerar que en educación, el debate nacional (tanto en los medios de prensa como en los espacios más académicos) se da en tres planos: a) filosófico-político; b) de organización y gestión; y c) eminentemente pedagógico.
  1.  La discusión filosófica-política es la más acalorada y la que desborda lo estrictamente educativo para penetrar en la concepción de sociedad, sujeto y Estado que subyace en el sistema educativo. En este plano, en la prensa se lee a columnistas furiosos y otros templados; hay especialistas militantes, radicales y otros que se esfuerzan en mostrar un juicio técnico, cuestión infructuosa pues el debate sobre "el modelo" no puede ser sino político y normativo. En fin, lo que se pretende establecer acá es el sustrato de todo lo demás, o sea, la narrativa; el relato sobre los fines y valores del sistema educacional; sus alcances y fundamentos; su contribución a la sociedad y los individuos; sus palancas y consensos; sus principios de acción; el lugar de la educación pública. 
  2. La discusión organizativa y de gestión es la que seduce a técnicos y decisores de políticas que dan por sentado lo dicho en el número 1. Su esfera es tanto nacional como local y de cada establecimiento. Así pues, los temas de estructuración del sistema escolar y sus niveles, el financiamiento, las reglas del juego, las capacidades instaladas en cada nivel, las políticas de efectividad, la evaluación institucional, los estándares e incentivos a los docentes y directivos, etc., pueden ser localizados en esta dimensión. El problema acá es que con frecuencia se pretende asignar a estos asuntos un carácter aséptico, neutral y desprovisto de intereses políticos. En la misma dirección, se afirma también muy habitualmente que este es terreno donde el criterio de verdad es la evidencia empírica.
  3. Por último, está la discusión pedagógica. La importancia del dominio disciplinario para la docencia, la planificación didáctica, la evaluación de aprendizajes, entre otros temas, se inscriben hoy en esta dimensión. Su esfera de acción es el aula y los espacios de interacción profesor-alumno/a con fines de aprendizaje. Aunque en sus orígenes, este campo fue el de los paradigmas y corrientes filosófico-pedagógicas, progresivamente ha sido colonizado por la psicología, la neurología y la biología, dando paso a la demanda por métodos que aseguren la productividad y efectividad docente; desde aquí, se suele decir que las mejores prácticas son aquellas respaldadas por evidencia empírica que, por lo general, no construyen ni aportan los docentes, sino especialistas de la medición. Se ha llegado a decir incluso que los docentes no tienen que diseñar sus materiales y recursos, sino aplicar aquellos que desde la investigación y la evaluación comparada se ha probado o rotulado como "efectivos".
Queda claro que se trata de asuntos que se integran o donde las conclusiones de uno tienen incidencia en los otros. No obstante, si el debate se organiza, se posibilita una mejor comprensión y entendimiento.


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