Joseph Ramos, economista de la Universidad de Chile, publica hoy una columna donde argumenta que el término de la selección escolar no hará sino sincerar la calidad, mostrando cuál es el valor agregado que cada escuela o liceo aporta y cuánto de los resultados en rigor se deben atribuir a factores asociados al estudiante y, más precisamente, a su capital socioeducativo. Entonces, salvo el "efecto par", la eliminación de la selección "no ha de tener un impacto significativo en la calidad".
La propuesta de Ramos es la siguiente: "si se desea que una mayor subvención escolar impacte sobre la calidad,
ésta debe pagarse, no como en la actualidad, según asistencia, sino
según cuánto aprenden los jóvenes. Sugeriría que todo aumento adicional
en la subvención escolar sea por cuánto se eleva el resultado de Simce o
PISA de cada alumno respecto a su propio Simce/PISA anterior. Recibirá
más el colegio mientras más eleva los resultados académicos de sus
alumnos y no el que seleccione a los que vienen con mayor capital
social. Prosperarán los colegios subvencionados y, por tanto, sus
docentes que lo hacen sistemáticamente bien; irán cerrando los colegios
que no son capaces de mejorar suficientemente el aprendizaje de sus
alumnos. Condicionar los mayores recursos fiscales a las mejoras en los
logros académicos de sus alumnos, es la manera más directa y eficaz de
presionar a los subvencionados a mejorar su calidad". Es decir, el financiamiento público debería hacerse contra resultados, de una manera análoga a como ocurre en empresas con incentivos al desempeño o como ocurre en el sector público donde se establecen metas institucionales, cuyo cumplimiento se traduce en un bono trimestral.
Respecto de las escuelas y liceos municipales, la medida es similar: el aumento de la subvención debería asociarse a resultados. Si éstos no se dan, las medidas propuestas serían la re-estructuración, la remoción de directivos y autoridades, "quienes no se volverían a contratar en funciones similares por al menos cinco años. En cuanto a los docentes, un continuo pobre desempeño ameritaría poner fin a su carrera docente".
Ramos, cuyo domicilio político sin duda no es de derecha, re-abre una puerta a la gestión por resultados, la misma que los gobiernos han venido propiciando por años sin conseguir saltos relevantes en la performance escolar. Puede ser que las señales hayan sido débiles o puestas en focos incorrectos. Ramos ahora es más radical: el aumento de la subvención debería ser asociado al aprendizaje, no a la asistencia. De implementarse una medida como la que sugiere el economista, el problema seguro estará en al menos aspectos: a) la resistencia docente; y b) los riesgos de exacerbación del abuso del SIMCE y la PSU como métricas de calidad. Tal como lo señala su columna, Ramos propone una política que invita a gestionar indicadores, no necesariamente la calidad.
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