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Una discusión que antes pudo parecer bizantina o etérea (en esos tiempos donde el foco estuvo en las cosas o las soluciones efectivas, en definitiva, los medios), en tiempos de re-estructuración del sistema educacional es indispensable pues re-estructurar exige preguntarse por los fines y los sentidos. La cuestión acá es la relación entre lo genuinamente público en Educación, lo laico y lo plural.
En estos días, Carlos Peña reitera su postura al respecto: a) lo público no es lo estatal; b) lo público es el ágora, un espacio entre lo estatal y lo privado (con lo que se disuelve la dicotomía público-privado); c) sin embargo, lo estatal es indispensable en una sociedad democrática porque en Educación, la pluralidad social puede ser expresada solo por instituciones estatales. El corolario de la posición de Peña es un sistema educacional de provisión mixta poblado de instituciones donde prime un interés por una mejor sociedad en un ámbito de diálogo y análisis racional, acompañado (o acompasado) con un subsistema de instituciones estatales fuertes.
Lo público tiene ramificaciones con lo plural. Si es plural, es probablemente público. Lo plural significa capacidad de acoger y cultivar deliberaciones racionales diversas sin que prime ninguna de ellas a priori, sin sesgo. Lo importante es el potencial de discusión de ideas conforme a un arreglo procedimental que la comunidad ha convenido previamente. De este modo, lo estatal no necesariamente en plural si promueve determinadas posturas mientras silencia otras; lo sería si todas las ideas u opciones tienen igual posibilidad de expresión y desarrollo. En esta dirección, Eduardo Sabvrosky ha afirmado que cuando se dice que lo estatal es también laico o no confesional, entonces no es plural pues el laicismo es finalmente una ideología, un sesgo y no un espacio de neutralidad.
Una tercera arista es la comprensión de lo plural como no confesional. La cuestión es finalmente de despliegue o escala. Acá es persuasivo el argumento de Manfred Svensson, quien se pregunta si "abrazar el pluralismo contemporáneo [implica] la eliminación de perspectivas
confesionales específicas [en las universidades], o la ausencia de financiamiento público para
las mismas". Su respuesta es categórica: "un pluralismo más vigoroso [...] invita a diversas universidades a
encarnar cosmovisiones distintas (lo que desde luego puede coexistir
con otro número de universidades internamente pluralistas). El
pluralismo en la sociedad –y en la búsqueda de conocimiento– se dará
entonces precisamente por la existencia de dichas perspectivas rivales,
expuestas a la crítica pero también libres para desplegar su identidad a
través de instituciones robustas".De este modo, se fortalece la idea de un sistema educacional plural: "la diversidad de orientaciones debe estar presente en la totalidad del
sistema, pero no necesariamente en cada una de sus instituciones", remata Svensson citando una columna de los rectores Peña, Sánchez y Zolezzi, quienes además dicen: "cada institución, con pleno respeto a los derechos fundamentales de los
ciudadanos y con sistemas de selección accesibles por igual a todos,
tiene derecho a manifestar y promover en la esfera de la cultura las
formas de vida que estima valiosas y el proyecto educativo que estima
mejor para el país".
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