En 2013 hubo un corto pero fuerte movimiento que demandaba un "Alto al SIMCE". Ahora Jorge Manzi publica una columna en La Tercera, donde recomienda mantenerlo, nada menos porque resultaría necesario para "avanzar seria y sostenidamente hacia una distribución más justa de las oportunidades de aprendizaje". Dice Manzi:
"Es importante decir que el Simce ha sido frecuentemente calificado como
uno de los mejores sistemas de medición de logros escolares en
Latinoamérica. Por tanto, el problema no está en su calidad.
La pregunta, entonces, se refiere a si es conveniente para un sistema escolar contar con este tipo de pruebas. Hace exactamente un año la Ocde publicó un importante informe acerca de los sistemas de medición educacional en el mundo, identificando una clara tendencia hacia el establecimiento de sistemas de medición como el Simce. El informe mostró, sin embargo, que en muchos países, como en Chile, existe una importante tensión entre el uso de las pruebas con fines de desarrollo (empleo de los resultados de las pruebas para orientar decisiones de mejoramiento pedagógico por parte de los profesores) y su uso con fines de responsabilización (establecer consecuencias para profesores, directores o sostenedores asociadas a los logros de las escuelas en las pruebas). Nuestro país muestra un desequilibrio entre estos aspectos, pues el fuerte énfasis que se ha puesto en el uso del Simce con fines de responsabilización no ha sido acompañado de un esfuerzo semejante para asegurar el uso formativo de las pruebas.
Entre otras consecuencias, el Simce se usa para establecer incentivos a docentes y directivos, para clasificar las escuelas que reciben subvención escolar preferencial y será próximamente empleado como la base principal para ordenar todos los establecimientos educacionales del país por parte de la recientemente creada Agencia para la Calidad de la Educación.
Esta última medida aumentará las consecuencias del Simce, pues ahora será posible cerrar escuelas si sus resultados son persistentemente insuficientes. Esta asimetría entre responsabilización y uso formativo debe ser abordada en forma decidida por las nuevas autoridades educacionales, revisando las consecuencias asociadas al Simce y profundizando su uso formativo. La experiencia vivida en la última década en Estados Unidos con políticas educacionales basadas en resultados de pruebas ha mostrado que hay riesgos de distorsiones escolares (por ejemplo, estrechamiento curricular o excesivo entrenamiento en la mecánica de las pruebas de selección múltiple), e incluso posibilidades de comportamientos deshonestos (adulteración de pruebas) cuando las consecuencias de las mediciones son muy elevadas. La experiencia internacional nos enseña que debemos revisar regularmente las consecuencias establecidas para el Simce y preparar adecuadamente a profesores y directores para que puedan aprovechar los resultados de las pruebas para analizar y mejorar sus prácticas docentes".
La pregunta, entonces, se refiere a si es conveniente para un sistema escolar contar con este tipo de pruebas. Hace exactamente un año la Ocde publicó un importante informe acerca de los sistemas de medición educacional en el mundo, identificando una clara tendencia hacia el establecimiento de sistemas de medición como el Simce. El informe mostró, sin embargo, que en muchos países, como en Chile, existe una importante tensión entre el uso de las pruebas con fines de desarrollo (empleo de los resultados de las pruebas para orientar decisiones de mejoramiento pedagógico por parte de los profesores) y su uso con fines de responsabilización (establecer consecuencias para profesores, directores o sostenedores asociadas a los logros de las escuelas en las pruebas). Nuestro país muestra un desequilibrio entre estos aspectos, pues el fuerte énfasis que se ha puesto en el uso del Simce con fines de responsabilización no ha sido acompañado de un esfuerzo semejante para asegurar el uso formativo de las pruebas.
Entre otras consecuencias, el Simce se usa para establecer incentivos a docentes y directivos, para clasificar las escuelas que reciben subvención escolar preferencial y será próximamente empleado como la base principal para ordenar todos los establecimientos educacionales del país por parte de la recientemente creada Agencia para la Calidad de la Educación.
Esta última medida aumentará las consecuencias del Simce, pues ahora será posible cerrar escuelas si sus resultados son persistentemente insuficientes. Esta asimetría entre responsabilización y uso formativo debe ser abordada en forma decidida por las nuevas autoridades educacionales, revisando las consecuencias asociadas al Simce y profundizando su uso formativo. La experiencia vivida en la última década en Estados Unidos con políticas educacionales basadas en resultados de pruebas ha mostrado que hay riesgos de distorsiones escolares (por ejemplo, estrechamiento curricular o excesivo entrenamiento en la mecánica de las pruebas de selección múltiple), e incluso posibilidades de comportamientos deshonestos (adulteración de pruebas) cuando las consecuencias de las mediciones son muy elevadas. La experiencia internacional nos enseña que debemos revisar regularmente las consecuencias establecidas para el Simce y preparar adecuadamente a profesores y directores para que puedan aprovechar los resultados de las pruebas para analizar y mejorar sus prácticas docentes".
Suscribo y matizo parte de lo dicho por Manzi. El SIMCE tiene una función (informar sobre los aprendizajes alcanzados por los estudiantes de un determinado nivel escolar). El problema es el uso dado a esta información: en la ecuación vigente, el SIMCE informa para responsabilizar y -desde hace años- para clasificar a los establecimientos. A partir de los resultados SIMCE, el MINEDUC ha implementado estrategias de intervención directa (a través de programas como el P-900 en los 90 y el PAC hasta hace poco) o de intervención indirecta (vía asistencia técnica contratada con recursos SEP o similares). Estos programas tienen siempre un dispositivo de evaluación y apoyo que busca el desarrollo de capacidades docentes. Los grados de autonomía de las escuelas han sido variables dentro de estos programas y la efectividad de los mismos ha sido igualmente relativa.
Por lo anterior, la demanda por cambios al SIMCE no necesariamente supone su eliminación. La reforma del mismo pasa por erradicar los abusos fundados en el SIMCE (derivados de la publicidad y difusión acrítica de sus resultados) y también por mejorar su potencial de orientación pedagógica al docente. Si junto con los resultados del SIMCE se entregaran a las escuelas, elementos útiles para la mejora pedagógica, casi con certeza los profesores -dotados de los tiempos y apoyos para problematizar y re-estructuras sus creencias y prácticas- verían las ventajas de un sistema de evaluación nacional.
Una posición acaso más radical (si no complementaria), centrada más bien en el debate sobre qué mide el SIMCE y cuál es finalmente el objetivo del mismo, ha sido defendida por Teresa Florez y otros autores en las siguientes columnas en El Mostrador y contra-argumentada por Luz María Budge en CIPER. El punto de partida fue una columna de Richard Phelps, también en CIPER:
- Evaluaciones educacionales de gran escala en Chile: ¿son necesarias? (CIPER)
- El SIMCE: una herramienta sin sentido para la educación en Chile (El Mostrador)
- La importancia del SIMCE (El Mostrador)
- SIMCE: la utilidad política por sobre la calidad técnica (El Mostrador)
(Actualizada el 21 de marzo de 2014)
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