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La urgencia de una carrera inicial docente
La evidencia tanto nacional como internacional indica que uno de los
factores más importantes en el proceso de aprendizaje de un niño dentro
de la escuela es el profesor. Un mal profesor puede perjudicar el
desarrollo de un niño, atrasándolo incluso en más de 6 meses cada año.
La evidencia es cruel en mostrarnos lo difícil que es revertir los
retrasos en el desarrollo cognitivo y socioemocional de los niños que se
producen en la infancia, los cuales evidentemente tendrán
consecuencias negativas en las posibilidades futuras de éstos.
Una característica común entre los sistemas que han mostrado no sólo
tener una educación de buena calidad, sino también equitativa, es que
seleccionan a jóvenes con excelentes méritos académicos a la profesión
docente. Para lograrlo, todos coinciden en tener altos requisitos a la
entrada de los estudios de pedagogía, eligiendo entre los alumnos que
pertenecen al 30% superior de habilidades cognitivas. Muchos de estos
sistemas cuentan además con exámenes habilitantes al finalizar los
estudios (Alemania, Inglaterra, Japón, entre otros) e incluso hay países
que cuentan con un segundo examen habilitante luego de dos años de
ejercicio, como es el caso de Nueva Zelandia. Sin embargo, prácticamente
en ningún país donde la profesión docente goza de prestigio se cuenta
con exámenes de vocación o de evaluación de habilidades blandas al
ingreso a los estudios, como lo sugiere en su columna Alfredo Gaete,
pues se entiende que se desarrollan durante el estudio y sobre todo en
el ejercicio de la profesión, y la vocación a la docencia se manifiesta
por la preferencia del estudiante al postular. En los sistemas donde la
profesión docente es altamente valorada existen altas expectativas
académicas de sus docentes, pues es una profesión que está íntimamente
ligada con el conocimiento. Algo similar ocurre en nuestro país con
profesiones de alto prestigio, como es el caso de medicina, cuyo
ejercicio exige una marcada vocación y, sin embargo, nadie cuestiona las
altas exigencias académicas que se exige a quienes entran a estudiar,
así como tampoco se cuestiona el examen que deben pasar todos los
egresados para recibir recursos fiscales.
Esta realidad contrasta drásticamente con la situación de la
profesión docente en nuestro país. Actualmente, 72% de los egresados de
carreras de pedagogía no rindió la PSU u obtuvo menos de 500 puntos. El
área de educación es la que tiene el promedio PSU más bajo de todas las
áreas del conocimiento. Además de esto varias instituciones de
educación superior no están haciendo bien su trabajo, al menos en
términos de lo que se observa en los resultados de la prueba Inicia,
dónde más de la mitad de los alumnos que rindieron la prueba obtienen
una calificación insuficiente. Es verdad que la prueba Inicia no evalúa
todas las habilidades que deberían exigirse a un futuro buen profesor,
pero nadie puede negar que lo mínimo exigible a un recién egresado es
que conozca la materia que debe enseñar a sus alumnos, y es precisamente
esto lo que mide esta prueba.
Esta baja valoración de la profesión docente está vinculada, entre
otras cosas, a las bajas remuneraciones que perciben los docentes, al
ser una de las carreras profesionales peor pagadas. Sin bien el salario
no es el principal aspecto para elegir una profesión, la evidencia
nacional e internacional es contundente en mostrar que las expectativas
salariales sí juegan un rol importante al momento de decidir la
profesión, y que jóvenes con vocación para enseñar optan por otras
carreras que les permitan acceder a mejores salarios.
Después de un año y medio de haber sido enviado el proyecto de
Carrera Docente, el cual no logró avanzar en la Comisión de Educación de
la Cámara de Diputados, y dado lo urgente que es mejorar la profesión
docente, el Ministerio de Educación presentó hace unas semanas un nuevo
proyecto, que si bien no resuelve todos los problemas, sí aborda el
inicio de la profesión docente, de manera de atraer a jóvenes talentosos
a ésta. Este proyecto, en línea con lo que hacen todos los sistemas de
mejor desempeño, eleva las exigencias a la entrada de los estudios de
pedagogía y al ejercicio docente en el sector subvencionado por el
Estado.
Para quienes quieran ingresar a estudiar una carrea de pedagogía
se les exigirá haber rendido la PSU y cumplir con uno de los siguientes
requisitos: i) haber obtenido al menos 550 puntos en la PSU o ii) haber
obtenido 500 puntos en la PSU y encontrarse dentro del 30% superior del
ranking del colegio o iii) encontrar dentro del 15% superior del
ranking del colegio, el que se realiza comparando con las generaciones
anteriores de modo de evitar la competencia entre compañeros y de
corregir al mismo tiempo por el sesgo socioeconómico de la PSU. Con
todo, las instituciones podrán matricular hasta un 10% de alumnos que no
cumplan con estas exigencias vía admisión especial, resguardando así
que extranjeros, discapacitados u otros puedan tener acceso a la carrera
de pedagogía. De forma complementaria, se exigirá a quienes quieran
ejercer la docencia en establecimientos que reciben subvención del
Estado tener un título de carrera y/o institución acreditado, haber
rendido la prueba Inicia y para quienes ingresen a estudiar vía admisión
especial haber obtenido una calificación satisfactoria en la prueba
Inicia. Cabe decir, a diferencia de lo que opina Alfredo Gaete en su
columna, que la PSU sí tiene una alta correlación con indicadores de
éxito académico, como los son la tasa de titulación, los años de estudio
para obtener el título y las notas de egreso, además de tener una
correlación positiva significativa con los resultados de la prueba
Inicia y con los de la evaluación docente. Además, al exigir un título
de una carrera acreditada se obliga de forma efectiva que los programas
de pedagogía cumplan con un estándar mínimo -algo que con la actual
legislación no ocurre- y los resultados de la prueba Inicia entregarán
información a las instituciones formativas sobre su desempeño, la cuál
es necesaria para el diseño de estrategias de mejora y que influirá en
el proceso de acreditación de las carreras.
Asimismo, se crea un Reconocimiento de Excelencia Académica Inicial
para todos los egresados que demuestren mérito. Así, todos los que
obtengan una calificación satisfactoria en la prueba Inicia podrán
recibir este beneficio, así como también quienes se encuentren dentro
del 25% superior del ranking de su carrera (ranking que se construye
considerando las cohortes anteriores para no provocar competencia entre
los compañeros) o quienes hayan obtenido un buen puntaje en la PSU. La
amplia gama de instrumentos utilizados permite aumentar las
remuneraciones a la mayor cantidad posible de egresados que acrediten
mérito. Probablemente en los primeros años el número de beneficiados por
año será cercano a los 5.000 docentes, pero se aspira a que en el
mediano plazo el 100% de los nuevos profesores cumpla con los requisitos
y obtengan así este reconocimiento. Las remuneraciones iniciales se
elevan significativamente con este beneficio, llegando incluso a doblar
la remuneración inicial para quienes ejerzan en establecimientos con
alta concentración de niños vulnerables.
Con todo, sabemos que la excelencia académica no es el único factor
que influye para ser un buen profesor. Por eso mismo este reconocimiento
dura sólo cuatro años, al cabo de los cuales los docentes deberán
demostrar buen desempeño en la sala de clase para obtener la Asignación
de Excelencia Profesional (AEP), la cual se aumenta en más del doble
para hacerla coincidir con los montos del Reconocimiento Inicial. Esta
asignación pueden recibirla todos los profesores que trabajan en el
sector subvencionado por el Estado, ya sea municipal o particular, y
busca premiar el esfuerzo de los docentes destacados. También se aumenta
la remuneración mínima total y se disminuyen las horas lectivas,
entregando dos horas más a la semana a los docentes que tienen jornada
completa para preparar sus clases, diseñar y corregir ejercicios y
pruebas, etc.
Por último, es importante mencionar que aún quedan asuntos por
abordar, como por ejemplo: perfeccionar el proceso de selección de
profesores titulares en el sector municipal, entregar más autonomía a
los directores de colegios municipales, inculcar una cultura evaluativa
participativa al interior de los establecimientos que sirva para diseñar
las estrategias de mejora continua, crear una carrera profesional
docente con escalafones, entre otras; pero esto no debe ser una escusa
para no abordar los puntos donde sí existe consenso, pues al final del
día la pasividad en esta materia perjudica a los niños de nuestro país
y, en particular, a los más vulnerables.
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