Fuente: http://firmeporlaprofesiondocente.elplanmaestro.cl/ |
Es un tema permanente. Los profesores en Chile son juzgados como el factor crítico de la calidad: son la llave para mejorar los aprendizajes; son también el principal problema intra-sistema cuando se juzgan los resultados que hoy se obtienen. Recientemente, se ha conformado una alianza de organizaciones lideradas por la Premio Nacional de Educación, Beatrice Ávalos, enfocada en generar una nueva política de formación, inserción, valoración social, condiciones de trabajo, carrera y desarrollo docente, denominada "Plan Maestro". Así, una carta firmada por Ávalos y otros representantes de instituciones relacionadas con Educación afirma: "las maestras y maestros de Chile son los que más horas trabajan dentro
del aula, en comparación con sus pares de la OCDE: 1.100 horas al año,
mientras que el promedio de la OCDE es de 782 horas en educación básica y
655 en media; sus sueldos son 0,6 veces el sueldo de otras profesiones;
y no todos los programas en los que se forman están a la altura
necesaria: el 20% de ellos no está acreditado (siendo "obligatorio" por
ley que lo estén) y los programas de educación de baja o nula
selectividad aumentaron en más de 370% entre los años 2000 y 2008.[...]
Estos datos son particularmente duros si consideramos que las educadoras
y educadores son el factor que más incide dentro de la escuela en el
aprendizaje de los niños, niñas y jóvenes. Un niño durante su etapa
escolar está 12 mil horas frente a una profesora o profesor, y este
puede educar hasta seis mil niños en su carrera".
Siendo hoy el Día del Profesor, en la prensa se publican también columnas al respecto donde parece haber un alto consenso sobre qué hacer. La Editorial de El Mercurio es una de ellas y se titula "Profesores: el principal desafío". Este es el texto:
"El logro de una educación de mayor calidad y más igualitaria requiere
abordar múltiples desafíos, pero posiblemente ninguno con tanta
relevancia como el de la atracción, formación, selección y retención de
buenos profesores. Pese a ello, tenemos una escasa valoración social de
la profesión docente, que se traduce, salvo cuando hay una marcada
vocación, en un escaso interés de personas con las destrezas y
habilidades más pertinentes para esta labor. Los investigadores señalan
que la falta de competencias suficientes en nuestro personal directivo y
docente quedaría al descubierto al analizar las enormes diferencias de
desempeño que existen entre establecimientos aparentemente equivalentes y
también las grandes brechas que se observan al interior de los
planteles que, además, se mantienen en el tiempo. La importancia de
avanzar en esta dimensión ha sido recordada por diversos expertos
nacionales e internacionales, entre ellos el subdirector de Educación de
la OCDE y responsable de la Prueba PISA, Andreas Schleicher, que por
estos días visita Chile.
Schleicher ha advertido que lograr mejores profesores en las salas de clases requiere de un enfoque integral. Así, es un error pensar que se trata principalmente de elevar los salarios de los docentes para producir un efecto positivo, y es evidente que una estrategia de profesionalización de los profesores requiere otros ingredientes. Desde luego, una mejor formación inicial. A pesar de que se han canalizado recursos importantes a estos programas, los resultados de esos aportes parecen más bien modestos. Las universidades no han respondido con la pertinencia esperada y sus reformas internas han sido menores. Por ejemplo, no han logrado establecer buenos sistemas de práctica profesional, la que en esta disciplina es casi tan importante como en medicina. En esta área nadie se imagina que el desarrollo de los futuros especialistas se pueda hacer sin campos clínicos. En la profesión docente es posible titularse sin una adecuada formación práctica.
El sistema educativo requiere, además, un mayor grado de selección en el ingreso a la profesión que en la actualidad, de modo de promover transformaciones reales en los programas de formación de profesores y también desincentivar la elección de esta disciplina por "descarte". Asimismo, para evitar desalentar a buenos postulantes, el sistema educativo debe ser capaz de cautivarlos muy temprano, incluso en colegios y liceos, como ocurre en los países que son reconocidos como líderes en la atracción de docentes efectivos. Por supuesto, si esto no va acompañado de una carrera atractiva que permita a los profesores progresar profesionalmente y que las remuneraciones asociadas a este proceso estén en línea con otras alternativas, es muy difícil que estén dispuestos a mantenerse en la labor docente. Todos estos son aspectos que ayudan, además, a darle valoración social. Seguramente ella también puede explicar en parte el clima de indisciplina en las salas de clases que denuncian profesores y apoderados. Si bien este es un asunto que debe trabajarse en su propio mérito, sin lugar a dudas se interrelaciona con el estado de la profesión docente. Es posible que tampoco ayude demasiado el estatuto docente en el subsector estatal, que es percibido como muy garantista para el desempeño de los profesores.
En ese sentido es preocupante, por ejemplo, que las capacitaciones que se ofrecen para los profesores que en la evaluación docente resultan clasificados en el nivel insuficiente o básico presenten altos grados de ausentismo. No hay claridad respecto de por qué ocurre esto, pero debe afectar la credibilidad de la profesión docente. Por cierto, también es una constatación adicional de que el sistema de formación continua de nuestros docentes requiere una revisión profunda. Ha habido cambios, pero ellos han sido insuficientes.
En suma, en el ámbito docente se precisa desarrollar una estrategia amplia que aborde todos estos asuntos y que tenga un horizonte de largo plazo, porque son transformaciones que requieren tiempo, ampliamente compartida con objetivos claros y evaluaciones intermedias que permitan ir corrigiendo las deficiencias que puedan ir constatándose durante su aplicación. Que su elaboración no esté siendo considerada con la urgencia debida es algo que debe ser motivo de preocupación de todos quienes quieren una educación más equitativa y de mayor calidad."
Schleicher ha advertido que lograr mejores profesores en las salas de clases requiere de un enfoque integral. Así, es un error pensar que se trata principalmente de elevar los salarios de los docentes para producir un efecto positivo, y es evidente que una estrategia de profesionalización de los profesores requiere otros ingredientes. Desde luego, una mejor formación inicial. A pesar de que se han canalizado recursos importantes a estos programas, los resultados de esos aportes parecen más bien modestos. Las universidades no han respondido con la pertinencia esperada y sus reformas internas han sido menores. Por ejemplo, no han logrado establecer buenos sistemas de práctica profesional, la que en esta disciplina es casi tan importante como en medicina. En esta área nadie se imagina que el desarrollo de los futuros especialistas se pueda hacer sin campos clínicos. En la profesión docente es posible titularse sin una adecuada formación práctica.
El sistema educativo requiere, además, un mayor grado de selección en el ingreso a la profesión que en la actualidad, de modo de promover transformaciones reales en los programas de formación de profesores y también desincentivar la elección de esta disciplina por "descarte". Asimismo, para evitar desalentar a buenos postulantes, el sistema educativo debe ser capaz de cautivarlos muy temprano, incluso en colegios y liceos, como ocurre en los países que son reconocidos como líderes en la atracción de docentes efectivos. Por supuesto, si esto no va acompañado de una carrera atractiva que permita a los profesores progresar profesionalmente y que las remuneraciones asociadas a este proceso estén en línea con otras alternativas, es muy difícil que estén dispuestos a mantenerse en la labor docente. Todos estos son aspectos que ayudan, además, a darle valoración social. Seguramente ella también puede explicar en parte el clima de indisciplina en las salas de clases que denuncian profesores y apoderados. Si bien este es un asunto que debe trabajarse en su propio mérito, sin lugar a dudas se interrelaciona con el estado de la profesión docente. Es posible que tampoco ayude demasiado el estatuto docente en el subsector estatal, que es percibido como muy garantista para el desempeño de los profesores.
En ese sentido es preocupante, por ejemplo, que las capacitaciones que se ofrecen para los profesores que en la evaluación docente resultan clasificados en el nivel insuficiente o básico presenten altos grados de ausentismo. No hay claridad respecto de por qué ocurre esto, pero debe afectar la credibilidad de la profesión docente. Por cierto, también es una constatación adicional de que el sistema de formación continua de nuestros docentes requiere una revisión profunda. Ha habido cambios, pero ellos han sido insuficientes.
En suma, en el ámbito docente se precisa desarrollar una estrategia amplia que aborde todos estos asuntos y que tenga un horizonte de largo plazo, porque son transformaciones que requieren tiempo, ampliamente compartida con objetivos claros y evaluaciones intermedias que permitan ir corrigiendo las deficiencias que puedan ir constatándose durante su aplicación. Que su elaboración no esté siendo considerada con la urgencia debida es algo que debe ser motivo de preocupación de todos quienes quieren una educación más equitativa y de mayor calidad."
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