Transcribo una entrevista a Alejandro Carrasco, de la Facultad de Educación de la PUC, quien informa brevemente de los resultados de un estudio sobre elección del colegio o escuela en Chile y Finlandia (planteados como casos extremos). La nota se publica en El Mostrador:
Según Alejandro Carrasco, subdirector del Centro de Estudios de Políticas y Prácticas en Educación (Ceppe) de la UC, no es tan cierto que solo los padres busquen colegios para sus hijos; sino que es una “práctica heteroagencial”, donde están involucrados desde los abuelos hasta los hermanos mayores de los estudiantes.
“Una característica general en todos los grupos sociales es que existe una diferenciación lateral. Eso significa que los distintos grupos no tratan de diferenciarse verticalmente sino más bien entre grupos relativamente adyacentes o similares: las clases altas de las altas y las medias de las medias, para crear espacios ordenados de homogeneidad para educar a sus hijos. Eso no es sostenible en ninguna sociedad que aspira al desarrollo, la integración global y el pluralismo democrático”, comenta el sociólogo y apunta a uno de los descubrimientos de tres años de investigación que empleó encuestas y levantamiento cualitativo –en conjunto con la Universidad de Helsinki– sobre las dinámicas de elección de escuela en Chile y Finlandia; un trabajo que quedó plasmado en un libro que será publicado en Europa porSENSE publishers en marzo próximo: “Contrasting Dynamics in Education Politics of Extremes: school choice in Chile and Finland”, cuyos editores son Piia Seppänen, Alejandro Carrasco, Mira Kalalahti, Risto Rinne & Hannu Simola.
-Si hay una diferenciación lateral respecto a cuestiones sociales, la calidad debe estar muy lejos de las prioridades.
-La “calidad” ha devenido en un término polisémico en el debate actual, entonces precisemos, pues todos los padres naturalmente buscan escuelas de calidad para sus hijos. Pero desde el punto de vista de una familia, “calidad” significa diferentes cosas, las que se combinan, superponen, al momento de decidir. La calidad es exigencia académica, buenos profesores, perfil de los compañeros, tradición del colegio, cercanía, precio, infraestructura, oferta de actividades extraprogramáticas. Y cómo cada familia evalúa y combina estos aspectos, depende estrechamente de sus experiencias educacionales previas, sus recursos y también –muy importante– de las características específicas de sus hijos. Cuando las encuestas y analistas factorizan y jerarquizan las razones de la calidad, descompeljizan una decisión que es afectiva, moral, socialmente mediada, influida por el tipo de sociedad donde se vive y muy dependiente de las reglas del juego del sistema escolar donde toma lugar. Por eso la elección de escuela difiere notoriamente en Chile y Finlandia. Y por eso en nuestro estudio concluimos que la búsqueda de escuela es una práctica sociocultural, porque la elección se trata de la construcción o reafirmación de la identidad social familiar. Es la construcción del proyecto de vida futuro de tu hijo, eso sí, de quienes buscan activamente y tienen las condiciones para hacerlo. Uno de los problemas acá es que no todos en Chile gozan de ese privilegio, o derecho, como dirían otros.
-¿Cómo busca colegio la clase alta?
-Primero, es una práctica súper anticipada y planeada, no dejada al azar. Es una decisión que comienza a discutirse incluso antes de que sus hijos vengan al mundo. Porque se trata de una decisión donde se juega la conformación de sus redes sociales futuras, la pertenencia social de su hijo, en algún punto el sistema valórico y amplitud de banda con los que sus hijos se moverán por el mundo. Se trata de una toma de decisión que lleva sucesivas bifurcaciones. El primer eje binario de la decisión es la religiosidad o laicidad del colegio. Luego, si la decision es por uno religioso, qué tipo de religiosidad (jesuitas, Opus Dei o legionarios), pertenencias que sí visualizan como excluyentes. En cambio si se busca un colegio laico, la decisión siguiente es el nivel de bilingüismo y, enseguida, qué tipo de comunidad bilingüe, francesa, inglesa o alemana, en fin, sucesivas diferenciaciones que hacen al proceso de decisión muy sofisticado. Cualquiera pensaría, al escuchar el debate educacional actual, que la vida se juega en la distinción de público, particular subvencionado o pagado. Eso es muy grueso. Que sea pagado y religioso en algunas familias es obvio, no hay discusión sobre eso. Es algo dado. Luego siguen sucesivas diferencias, como qué tan académicamente exigente es, los deportes, la música, etc. Porque se trata de un complejo proyecto de construcción de una persona que se juega muy fuertemente en la clase alta. Es lo que la socióloga americana Annette Lareau llama la ‘sofisticada cultivación de un self’. Así educa la clase alta a sus hijos y la elección de escuela es un componente esencial en esa construcción.
- Ahora esa realidad de búsqueda se vuelve mucho más brutal en las clases medias, que representan un universo más grande, en que también vemos a los colegios particulares subvencionados, donde la discusión por la reforma se vuelve especialmente polémica. Además, la búsqueda de colegio para la clase alta no es la búsqueda de colegio para sus niños, sino que también una comunidad de pertenencia para los padres. Eso también es importante. Ahora, lo que encontramos es que todas las familias buscan un colegio que tenga un nivel socioeconómico mayor al de ellos, pero adyacente al propio. Es decir, ni que sean de un grupo social inferior ni lejanamente mayor. Y eso en todos los grupos sociales, excepto en los extremos, donde el grupo alto, donde la diferenciación es totalmente lateral, y en los grupos bajos, donde ni siquiera se busca un grupo mayor adyacente. Eso debe explicarse por el hecho de que la oferta de oportunidades y barreras de entrada que experiencian los dejan circunscritos a sus guetos.
-Hay toda una discusión internacional de si las familias al momento de buscar escuela usan fuentes de información objetivas, como elmarketing de las escuelas o Simce. O fuentes de información cálidas, como las redes, conversaciones con amigos, la tradición, el boca a boca familiar. En Chile encontramos que las clases bajas y altas se informan fundamentalmente con fuentes cálidas, es decir, redes, conversaciones. En cambio, las clases medias, no. Clases medias que van desde obreros muy calificados en empleos estables, que gozan de condiciones laborales de primer nivel, a profesionales de primera generación egresados de carreras masivas y universidades de baja selectividad empleados en empresas de servicios o el Estado. Ellos usan fuentes objetivas. Son atraídos por el marketing de las escuelas, los indicadores de desempeño. Lo que hemos planteado en el libro es que, como estas clases medias emergentes han construido y logrado una integración socioeconómica inédita, al punto de transformar la estratificación social de la sociedad chilena, dejando atrás las experiencias de sus padres, entonces sus redes primarias no les sirven del todo, porque son las redes de las que quieren tomar distancia. Son nuevas familias buscando asegurar o expandir para sus hijos lo que ellos han alcanzado. Eso es completamente legítimo y un rasgo de una sociedad que transita al desarrollo. Y los particulares subvencionados han contribuido a eso. Las familias de clase media que protestan pueden tener ingresos similares a otras familias que viven cinco cuadras más allá, pero en términos de su nivel educacional, estas familias de clase media tienen un mayor nivel y eso entrega mayores expectativas, aspiraciones; un ánimo de construir un proyecto de vida para su hijo. Y esas cuestiones los distinguen. El problema es que lo han hecho a costa de otros, quienes no tienen o no se han creado similares condiciones para educar a sus hijos. Y esos niños sin esos padres quedan a la deriva. Y lo que uno esperaría es que el sistema escolar de un país incluya a todos los niños independientemente de sus padres.
-En esta diferenciación lateral, ¿de qué arrancan las clases medias?
-Si uno analiza esa clase social en términos de su biografía de vida, en la memoria hay contextos de pobreza, ya sea de su núcleo familiar o su familia extendida. Lo que intentan es transmitir ciertos recursos a sus hijos para evitar que ellos retrocedan a las condiciones sociales de generaciones previas. En el año 89 uno de cada dos chilenos vivía en pobreza, y Chile redujo su pobreza, pero la desigualdad en términos de Gini está intacta y eso es a propósito de la inflación de credenciales (muchos títulos mal pagados o de universidades que por tener mala calidad no influyen en el salario futuro). Esas familias tienen mucha consciencia de la inestabilidad y de caer verticalmente en la escala social, y no quieren que a sus hijos les pase eso. Y ven legítimamente en la educación el único modo de maniobrar estas vicisitudes sociales. Esto es expresión de un modelo de desarrollo donde cada cual debe maximizar su posición social. Y donde el actual sistema escolar contribuye a agudizar las diferencias, generando desintegración, de paso, en vez de dar a cada uno las condiciones para que expanda todo su potencial. Las familias de clase media ven que su mejor oportunidad es diferenciarse, porque la sociedad no se hace cargo de las desigualdades más amplias. Pero la segregación escolar es muy ineficiente, porque es un hoyo negro de talentos, por eso es necesario que el sistema escolar se haga cargo de todos y cada niño. Cuestión que ahora no hace del todo.
-¿O sea que las clases medias arrancan de sus pares, de sí mismas?
-Así es, eso muestran los datos de segregación escolar. Los siete primeros deciles están dispersos, al menos en Santiago, en cada una de las comunas. Pero ellos se redistribuyen homogéneamente en los colegios de cada comuna. Las familias del decil 5 no quieren que sus hijos se eduquen con niños del decil 4 o 3, ni tampoco con alguien del decil 7. Una diferencia con los padres en Finlandia, que explicamos en el libro, es que allá existe un alto apoyo a la mezcla social en la escuela, en términos socioculturales y académicos. En Chile, en cambio, los padres evitan al próximo y le temen a la mezcla social. En Finlandia no le temen, por el contrario, el estudio arroja que los padres ven como un valor las escuelas mixtas, aspiran a que sus hijos se eduquen con otros diferentes en términos étnicos, académicos o sociales, que los preparen para una sociedad global y abierta. Por eso son sociedades de confianza. Es muy preocupante que Chile exhiba altísimos niveles de desconfianza interpersonal en el mundo, porque perjudica desde los negocios al desarrollo de la cultura. Mi visión de esto es que es natural que, en todas las sociedades, los padres traten de favorecer a sus hijos. La primera labor de una familia es el bienestar y crianza de sus hijos. Por esa misma razón, las oportunidades futuras y la cohesión de una sociedad no pueden estar en manos de las decisiones individuales de las familias, sino que de las instituciones políticas. Además, la brecha salarial no está tan explicada por los años de escolaridad en Finlandia. Acá está muy explicada por eso, y por las redes que generaste. Entonces, a qué escuela asistes tiene implicancias en tu posición social futura, mucho más agudizada en Chile.
-¿Cuáles son los factores que causan más temor de esta mezcla?
-Nuestro estudio arroja que todos los grupos sociales apoyan fuertemente la libertad de elección de escuelas. Sin embargo, respecto al copago y al lucro, es notorio que las familias de menores recursos apoyan mucho menos estas políticas. Y es obvio, quienes son menos favorecidos por las reglas del juego las apoyan menos. Por eso la reforma debe seguir favoreciendo a las clases medias, compensando el copago pero incluir a las familias restantes. Ahora, los padres de clase media con más estabilidad laboral, más educación y proyecto de vida bien planeado, cierta estabilidad psicosocial, se arrancan de esos niños que a su juicio son más problemáticos, cuyos padres viven en condiciones psicosociales de riesgo, en estrés, empleos precarios, familias que viven en condiciones duras, y visualizan que eso puede transmitir modos de juego muy violentos, malos lenguajes, niños o niñas con un nivel de sexualización precoz, distancia y desinterés con el currículum, pocas expectativas de desarrollo futuro, a todo lo cual sus padres hacen poco por mediar o revertir, no por negligentes, sino porque su vida esta subsumida en una precariedad psicosocial tal, y tampoco cuentan con recursos ni distinciones que vayan más allá del cuidado básico de sus hijos, de alimentarlos, protegerlos y auxiliarlos. Es a eso a lo que los padres de clase media no quieren exponer a sus hijos. Porque el sistema escolar chileno no ha construido instituciones educacionales que visualicen y enfrenten profesionalmente a toda la diversidad de niños que nuestro modelo de desarrollo arroja. El término ‘los excluidos del interior’ ilustra bien este punto. Tenemos excluidos dentro de la sociedad que el sistema escolar contribuye a reordenar en escuelas segregadas. En los grupos sociales desaventajados hay mayor inestabilidad laboral, precariedad en el acceso a servicios y bienestar básico, eso generalmente detona en turbulencia social, violencia poblacional y doméstica, microtráfico y drogadicción, y las familias que en las poblaciones conviven con este cuadro quieren, por supuesto, que sus hijos arranquen de eso, buscan separar a sus hijos de los niños expuestos a esta condición, lo que califican como ‘el flaite’ y, pues, no quieren que sus hijos sean así, y ven que potencialmente sus hijos podrían inmiscuirse en todo esto, porque los niños se identifican a lo que están expuestos. Por eso buscan que su hijo se levante temprano, que se eduque, que planifique un futuro, que cuando adulto cuide a sus propios hijos, y que después consiga un trabajo y tenga remuneración estable. Y no que potencialmente sea drogadicto o delinca. A eso le temen las familias en los estratos bajos. A que sus hijos vayan a escuelas que expongan a sus hijos a desviarse por el mal camino. Por eso la búsqueda de escuelas es ‘yo no quiero que mi hijo vaya a un colegio donde hay flaites’, porque mi hijo se va a contagiar. En las clases bajas ven a sus hijos como futuros excluidos, algo así como que están en riego de ser capturados por esta ola de exclusión y estas mamás sienten mucho temor y la escuela es el modelo de sacarlos de eso. Una escuela que tenga normas, ritos, que los enderece. Que los haga adquirir cierta atracción por el currículum y desarrolle algún interés que luego se vuelque en una habilidad laboral. Eso es una escuela de calidad en estos grupos sociales. Y de ellos quieren tomar distancia las clases medias emergentes.
-Desde ese contexto se puede explicar el rechazo a la reforma de algunos padres, entonces.
-En Chile siempre ha existido la elección de escuela, y esto cambió en el año 80 y luego a principios de los 90, donde el conjunto de medidas hace que la elección de escuelas comience a operar con mecanismos de mercado, inexistentes en otros sistemas escolares donde también existe elección de escuela. En nuestro modelo de desarrollo, con un Estado de bienestar inexistente, donde cierto bienestar material y social ya mínimo no está asegurado en tu vida, las clases medias ahora tienen que asegurar su posición social y además reafirmarla y transmitirla a sus niños y por eso las nuevas familias que crecen en este sistema escolar copagan. Las familias arrancan de los efectos colaterales del neoliberalismo, es decir, de las consecuencias de la desigualdad socioeconómica y la desintegración del tejido social; de eso arrancan y de la pobreza intensiva, que es bien invisible a los ojos de los medios, de la escenificación y estética oficial que tiene la sociedad chilena. Los padres legítimamente ven con cierta incertidumbre el fin al copago y selección, pues no quieren que sus hijos se junten con niños que viven los efectos de la pobreza material, con padres que tienen cuadros severos de psicopatologías, o niños que viven abandonados cotidianamente. ¿A quién le gustaría que su hijo vaya a una escuela donde es golpeado o maltratado por niños que se crían expuestos a la violencia, o expuestos a aulas donde muchos niños tienen retraso pedagógico severo o trastornos del lenguaje por la precariedad del habla a la que se han expuesto desde temprano? Si la sociedad chilena aspira a tener escuelas más integradas, debe al mismo tiempo construir escuelas altamente profesionalizadas en términos pedagógicos y psicosociales. Caso contrario, como cualquier padre, si la reforma cambia las reglas del juego respecto a la composición de las escuelas, entonces es natural que los padres de clase media sientan incertidumbre, pues quizá tampoco ven que alguien se hará cargo de los efectos indeseados de la mixtura para sus propios hijos. Esos padres no hacen políticas públicas, no toman decisiones privadas pensando en el bien público, son solo padres.
-¿Tú estás de acuerdo con los pilares de esta reforma, así como están planteados?
-Completamente de acuerdo, porque la escuela es la primera experiencia pública de los niños y hay mucha constatación en la ciencias sociales y filosofía contemporánea que nos recomienda escuelas más integradas. Y este paquete de reforma apunta en esa dirección. Sin embargo, se requiere máxima gradualidad en la implementación, porque los problemas sociales… yo creo que la sociedad tiene un deber con todos sus niños y, dados los efectos colaterales de nuestro modelo de desarrollo, hay muchos niños que están despojados de esos cuidados, al arbitrio del infortunio de sus padres. ¿Quién se debe preocupar de esos niños?… la sociedad, creo yo. Por eso, eliminar el copago y selección es un primer paso, importante pero muy insuficiente. Porque no basta o no creo que el objetivo sea solo tener escuelas más integradas, más bien el objetivo es tener escuelas integradas de excelente calidad, lo que significa que den oportunidades a cada niño, que ofrezcan a cada niño la posibilidad de expandir al máximo su potencial. Pero para eso se requiere un conjunto de condiciones educacionales que son muy incipientes en nuestro sistema escolar: una formación de profesores que los prepare para educar a niños de diferentes ritmos de aprendizaje, con muchas competencias de evaluación formativa, mucha capacidad para conectar los contenidos a una didáctica atractiva para los niños y, por supuesto, más horas no lectivas para preparar una docencia que será más desafiante, también escuelas con equipos potentes y altamente profesionalizadas en el área psicopedagógica y psicosocial, con menos alumnos por curso, eso es clave para educar en diversidad, con oferta de actividades extraprogramáticas y talleres que les permitan a niños diversos diversificar o profundizar su formación, en fin, directivos con suficiente liderazgo, sabiduría y prudencia para acoger a padres diversos y construir una comunidad con todos. En la legislación actual que se discute en el Senado no se hace nada de eso. Tenemos décadas de atraso en la construcción de un sistema escolar así. Por eso la meta de un sistema escolar integrado y de calidad es de largo plazo, más allá del 2020 o 2025.
-El dibujo que haces es una crítica al modelo que se instauró en Chile en dictadura. ¿No será mucho pedirle a una reforma que nos cambie el modelo cuando no todo camina de la mano y es quizás ahí donde se incuba esa resistencia?
-Estoy de acuerdo. Hay una frase de un sociólogo inglés que dice que la educación no puede compensar por la sociedad. Es decir, creer que la educación transforma o elimina las desigualdades sociales es una ilusión. Las mejores políticas educativas son las sociales, es decir, de vivienda, de transporte, de salud, las políticas culturales, porque lo que más impacta son las condiciones materiales y culturales en las que tú creces. La educación explica en parte la vida de una persona. No le podemos pedir todo. Sin embargo, hay familias a las que su posición relativa sí le otorga ventajas para este sistema escolar, entonces, en ese sentido, que se cambien estas reglas del juego les genera incertidumbre porque sus hijos pueden verse afectados si las políticas educativas no apuntan con mucha fuerza a fortalecer el trabajo en las escuelas en la línea de lo que mencioné recién. El sistema escolar no está preparado para recibir estas transformaciones, por eso es que esta reforma necesita máxima gradualidad. Ni las escuelas ni nuestros profesores ni nuestros sistemas de evaluación ni las instituciones que forman profesores han estado ni están orientados a educar en escuelas y aulas mixtas en términos de aprendizaje y culturales. Por eso es una reforma sistémica y requiere gradualidad. También en sus detalles de ingeniería, por ejemplo, en el proyecto de selección hay debilidades, es importante crear un sistema centralizado de coordinación de la postulación, como recientemente ha propuesto el Centro de Estudios Públicos y académicos de la UC. Por eso los proyectos de ley que vienen son tan importantes, porque complementan el actual. Se requieren para crear las condiciones de operación de escuelas integradas y de calidad que hoy no tenemos. Más que el cierre de escuelas o la estampida de los padres de escuelas municipales a subvencionadas que tanto se anticipa, el problema indeseado o no anticipado real de esta reforma será en el aula, en la falta de condiciones para educar con altos estándares a niños diversos, y en la precarización de las condiciones de trabajo de los profesores que no están suficientemente preparados ni equipados ni apoyados para hacerlo.