Fuente: http://radio.uchile.cl |
En pocas palabras, el juicio sobre la enseñanza media técnica es crítico y hay razones para ello. Se trata de una modalidad de enseñanza que acoge a buena parte de la población escolar más vulnerable. Se trata también de una modalidad cuyo curriculum está comparativamente reducido en aquellas asignaturas que son objeto de evaluación nacional estandarizada (SIMCE y PSU). Se trata también de una modalidad cuyo financiamiento no reconoce los costos reales de la formación que imparte y que, en cambio, recibe una subvención no mucho mayor que la regular para los liceos de formación humanístico científica (EMHC). Se trata, finalmente, de una modalidad que el propio Estado y la sociedad ha estimado como de segunda categoría o, al menos, enfocada a los más pobres. Los datos oficiales confirman esto (ver el Informe del Centro del Estudios del MINEDUC, s/f, señalado antes como diagnóstico oficial): la EMTP concentra la mayor población escolar vulnerable (el 65% de la matrícula pertenece al 20% más pobre de los hogares chilenos, lo cual es poco menos del doble del 37% de la matrícula de EMHC en el mismo quintil), con promedios de resultados SIMCE que en 2006 alcanzaron cerca de 20 puntos menos sus pares de la EMHC y con estudiantes provenientes de hogares donde los adultos exhiben un menor número de años promedio de escolaridad.
Se diría que poco se ha hecho por este tipo de enseñanza. Sin embargo, desde inicios de la década de 1990 se ha introducido diversos cambios para mejorarla: apenas iniciada esa década se introdujo el curriculum basada en competencias en numerosos liceos y también comenzaron experiencias piloto de educación dual (promovido por la GTZ, agencia de cooperación del gobierno alemán) y similares, donde destaca el liceo CEAT (Centro Educacional de Alta Tecnología). En la segunda mitad de esa década, el MINEDUC revisó las propuestas formativas y se redujo de manera importante el número de especialidades profesionales, definiendo competencias esperadas en cada una de ellas. Se alentó además la creación de Consejos Asesores Empresariales (CAE) en cada liceo, con la finalidad de fortalecer la vinculación Escuela-Empresa. En paralelo, se homogenizó la duración de las carreras a 4 años, medida resistida por buena parte de los docentes y directivos de esos liceos. También se procuró concentrar la formación profesional en los 2 últimos años de la EMTP, a objeto de facilitar la movilidad con la EMHC y retardar la decisión de la carrera en los estudiantes, lo cual estaba alineado con las tendencias internacionales que por lo general buscan prolongar la formación secundaria general o común (tracking tardío). Pues bien, la conjunción de la reducción de la duración de las carreras a 4 años y la concentración de la formación profesional en los últimos 2 años resultó catastrófica para los estudiantes: los docentes siguieron trabajando desde el año 1 en la formación diferenciada (técnico profesional) y el curriculum general fue reducido a su mínima expresión en los 2 últimos años, convirtiendo el tracking tardío en una desventaja ostensible para los estudiantes EMTP respecto de los EMHC a la hora de la continuidad de estudios post secundaria. Formación empobrecida para los más pobres.
Iniciado el siglo XXI, la tentativa oficial fue maximalista y buscó refundar el sistema de formación para el trabajo, articulando la EMTP con la educación superior técnico profesional y la educación de adultos, ahora bajo el paraguas de la educación para toda la vida. A la vez, se acentuó la vinculación entre empresa y Educación. Hubo experiencias de formación polivalente, esto es, de liceos que impartían tanto EMTP como EMHC, con resultados desconocidos pero presumiblemente débiles dada la complejidad de una gestión con doble foco. Otras experiencias piloto resultaron en cuantiosas inversiones en equipamiento e infraestructura, sin evaluación de impacto conocida y donde todo sugiere que se trata de experiencias que más vale olvidar. El grueso del sistema, no obstante, siguió viviendo en la precariedad al alero de iniciativas de reforma transversales, con foco en la implementación de prácticas de autoevaluación y rendición de cuentas, esto es, al alero de propuestas no enfocadas en la EMTP y sus particularidades. Vale agregar también que el equipamiento y la infraestructura se deterioraron y no hubo un impulso a su renovación y mantenimiento con fondos públicos. Otra vez el mensaje fue que la EMTP siguía siendo un lugar postergado, salvo en iniciativas aisladas de algunos municipios que crearon establecimientos con fondos propios o con aporte del gobierno regional.
Se diría que poco se ha hecho por este tipo de enseñanza. Sin embargo, desde inicios de la década de 1990 se ha introducido diversos cambios para mejorarla: apenas iniciada esa década se introdujo el curriculum basada en competencias en numerosos liceos y también comenzaron experiencias piloto de educación dual (promovido por la GTZ, agencia de cooperación del gobierno alemán) y similares, donde destaca el liceo CEAT (Centro Educacional de Alta Tecnología). En la segunda mitad de esa década, el MINEDUC revisó las propuestas formativas y se redujo de manera importante el número de especialidades profesionales, definiendo competencias esperadas en cada una de ellas. Se alentó además la creación de Consejos Asesores Empresariales (CAE) en cada liceo, con la finalidad de fortalecer la vinculación Escuela-Empresa. En paralelo, se homogenizó la duración de las carreras a 4 años, medida resistida por buena parte de los docentes y directivos de esos liceos. También se procuró concentrar la formación profesional en los 2 últimos años de la EMTP, a objeto de facilitar la movilidad con la EMHC y retardar la decisión de la carrera en los estudiantes, lo cual estaba alineado con las tendencias internacionales que por lo general buscan prolongar la formación secundaria general o común (tracking tardío). Pues bien, la conjunción de la reducción de la duración de las carreras a 4 años y la concentración de la formación profesional en los últimos 2 años resultó catastrófica para los estudiantes: los docentes siguieron trabajando desde el año 1 en la formación diferenciada (técnico profesional) y el curriculum general fue reducido a su mínima expresión en los 2 últimos años, convirtiendo el tracking tardío en una desventaja ostensible para los estudiantes EMTP respecto de los EMHC a la hora de la continuidad de estudios post secundaria. Formación empobrecida para los más pobres.
Iniciado el siglo XXI, la tentativa oficial fue maximalista y buscó refundar el sistema de formación para el trabajo, articulando la EMTP con la educación superior técnico profesional y la educación de adultos, ahora bajo el paraguas de la educación para toda la vida. A la vez, se acentuó la vinculación entre empresa y Educación. Hubo experiencias de formación polivalente, esto es, de liceos que impartían tanto EMTP como EMHC, con resultados desconocidos pero presumiblemente débiles dada la complejidad de una gestión con doble foco. Otras experiencias piloto resultaron en cuantiosas inversiones en equipamiento e infraestructura, sin evaluación de impacto conocida y donde todo sugiere que se trata de experiencias que más vale olvidar. El grueso del sistema, no obstante, siguió viviendo en la precariedad al alero de iniciativas de reforma transversales, con foco en la implementación de prácticas de autoevaluación y rendición de cuentas, esto es, al alero de propuestas no enfocadas en la EMTP y sus particularidades. Vale agregar también que el equipamiento y la infraestructura se deterioraron y no hubo un impulso a su renovación y mantenimiento con fondos públicos. Otra vez el mensaje fue que la EMTP siguía siendo un lugar postergado, salvo en iniciativas aisladas de algunos municipios que crearon establecimientos con fondos propios o con aporte del gobierno regional.
En la discusión pública, en definitiva, la EMTP no ha estado presente de manera protagónica. Ahora viene un nuevo impulso, cuyo debate recién comienza. El MINEDUC anunció un fondo de 30 mil millones de pesos para equipamiento, lo cual siempre será bienvenido. Antes se había destacado la revisión del curriculum resultando en 34 especialidades agrupadas en 15 familias ocupacionales, cuya vigencia plena será a partir de 2015. Ello como parte de las nuevas bases curriculares de EMTP, donde se profundizaría la formación en "habilidades blandas", lo que se traduce en aprendizajes genéricos tales como el trabajo en equipo, el manejo de la comunicación oral y escrita y el uso de TICs. Queda por ver cómo se instrumentarán estos cambios, puesto que en general el gran problema ha estado allí: en cómo se informan los nuevos lineamientos, en cómo se pasa de la instalación a la implementación, en cómo se acompaña a los docentes y directivos en este proceso y en cómo se asegura su institucionalización y viabilidad a largo plazo.